Carne de cañón india
El coreógrafo baila su último solo con ‘Xenos’, sobre los millones de campesinos indios llevados a luchar a la Gran Guerra
El londinense de origen bangladesí Akram Khan, uno de los grandes coreógrafos y bailarines actuales, estrena en el Mercat de les Flors Xenos, una coreografía sobre los millones de soldados coloniales que el imperio británico hizo luchar en la I Guerra Mundial.
Empezó siendo un solo sobre el titán Prometeo, el que llevó el fuego a los hombres y fue castigado por los dioses. Y algo queda de Prometeo, pero Xenos ha acabado siendo una coreografía sobre los más de cuatro millones de soldados coloniales, en buena parte campesinos indios, que el imperio británico hizo luchar en la Primera Guerra Mundial. Una continua masacre en la que los hombres morían a miles para avanzar unos metros desde la trinchera. Xenos se verá de hoy al jueves en el Mercat de les Flors y será el último solo de Akram Khan, uno de los grandes coreógrafos y bailarines actuales.
Un artista nacido en Londres en 1974 pero de origen bangladesí que une Oriente y Occidente: la danza contemporánea occidental y el kathak, un baile del Norte de India en el que se formó y que ha introducido al inicio de Xenos. Sonríe contando que jugó con la dramaturgia para que el soldado al que da vida en las trincheras fuera originariamente un bailarín de kathak al que arrancan de India para poner el uniforme en el mar de muerte europeo.
Khan remarca que a medida que fue profundizando en la aventura de los soldados coloniales descubrió cómo la historia “estaba editada y contada desde la perspectiva británica, y que a esos millones de soldados nunca se les reconoció”. Y, sentencia, “no podemos entender el futuro sin toda la imagen del pasado. Al frente de la obra está la frase de John Berger “nunca más una historia será contada como si hubiera sólo un punto de vista”.
El bailarín reconoce que le ha transformado el nacimiento de sus hijos. Cuenta que no hará más solos porque necesitan una larga y solitaria preparación física y luego largas giras. Y él quiere tener tiempo para ellos. “Pero además si antes mis trabajos eran muy autobiográficos, desde el nacimiento de mis hijos ya no veo sólo las cosas a través de mis ojos sino también de los suyos y me fascina más contar historias a través de otra gente. Y ahora estoy mucho más atento a la política y lo que sucede en el mundo. Y creo que nos encontramos ahora en un terrorífico momento de xenofobia, con síntomas similares a los que hubo antes de la Primera y la Segunda Guerra Mundiales, la idea de separar, dividir a gente que ha vivido tanto tiempo junta... Yo creo que somos todos forasteros. Esta historia de los soldados coloniales es concreta pero es una metáfora de cómo nos sentimos hoy, porque nadie tiene el origen en un lugar. Si miras suficientemente atrás, los españoles no son españoles, ni los ingleses son ingleses, somos todos nómadas, y por poner una bandera en una tierra no la hace nuestra. Nuestra mitología debe cambiar. Los viejos mitos, la mayoría escritos por hombres, han muerto y el problema es que los nuevos no han nacido porque vamos a remolque del ritmo de la tecnología y cada vez que creamos uno se vuelve irrelevante. En cierto sentido, somos forasteros de los mitos”.
Y confiesa más cambios: “En Xenos he llegado a un punto en el que quiero decir las cosas cuando paro de moverme, no cuando me muevo, en el silencio. Porque hemos perdido el arte de escuchar. Somos una generación de habladores y quería crear espacio para escuchar, quizá por mi edad. Mi ego ya no es tanto de ‘mira qué puedo hacer, qué tengo que decirte’, sino qué dices tú tras eso”. Y ve un cambio de época: “Somos la última generación pasiva, quieta, y espero que la última que cree que somos una isla y lo que pasa en el mundo no nos afecta. La nueva lucha por ver las cosas de forma diferente, está implicada en política y el planeta. Porque nuestra relación con los demás y el planeta debe cambiar. Xenos habla de eso: de renacimiento, de los horrores que hemos creado y cómo debemos cambiar, quizá destruir y recrear de manera nueva”, concluye.
“Somos todos nómadas, y poner una bandera en una tierra no la hace nuestra”, afirma Khan