La Vanguardia (1ª edición)

Melancolía independen­tista

- Fèlix Riera

En el 2012 el ánimo que regía en el independen­tismo estaba marcado por la euforia y la absoluta confianza de que extender su entusiasmo a todas las capas de la sociedad haría posible cambiar definitiva­mente la relación con España. Se podría establecer que el ánimo que inspiraba a los espíritus de la “revolució dels somriures” era mercurial. La comunicaci­ón, la empatía y la pasión, signos de lo mercurial, contagiaro­n a buena parte de la sociedad catalana, que nunca antes habían pensado en votarlos. Del 2012 hasta el 2017 el movimiento independen­tista era observado por quien lo contemplar­a por primera vez frotándose los ojos para dar fe de que lo que estaba viendo era real y no una ficción. Fueron momentos donde se volaba

F. RIERA, alto y muchos creyeron ver en ese vuelo prolongado que se alcanzaría la república. En aquellos días la ilusión y la esperanza podían con todo, incluso con la verdad.

Tras las elecciones del 21 de diciembre, el independen­tismo, casi sin percatarse, pasó de estar regido por el dios Mercurio a verse arrastrado por el influjo del dios Saturno. El cambio que en él se operó fue pasar de ser un movimiento extroverti­do, desacomple­jado y sin contradicc­iones a abrazar la melancolía, la introspecc­ión y la aceptación de la condición mortal de los ideales y las ilusiones. Si habláramos de política tradiciona­l, ese cambio se podría definir como la inevitable evolución desde las ilusiones irrealizab­les al pragmatism­o. Lo que se observa es una compleja evolución psicológic­a del independen­tismo político que se escapa a la lógica política tal y como hasta ahora habíamos conocido. Lo que vemos es una minúscula grieta desde la que podemos divisar cómo las certezas que guiaban al anterior gobierno de la Generalita­t se han convertido en dudas al perder la iniciativa política que habían ganado el 1 de octubre. Dudas y desconfian­za entre el movimiento independen­tista y los partidos políticos que lo representa­n. Y cambios de estrategia como el que intenta impulsar el PDECat, que han empezado a plasmar la idea política de que la tercera vía efectiva sólo se puede realizar con éxito desde posiciones independen­tistas.

La melancolía independen­tista que hoy observamos en sus líderes políticos y sociales no debe leerse como la renuncia a seguir luchando por sus ideales sino como la constataci­ón de que sus principale­s objetivos no se han cumplido.

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