La Vanguardia (1ª edición)

La ventana

- PUNTO DE VISTA Miquel Roca Junyent

Hay frases que hacen fortuna. Ahora, por ejemplo, para valorar lo que ha representa­do la designació­n de Pedro Sánchez como nuevo presidente del Gobierno de España, se dice –y se acepta– que se ha abierto “una ventana de oportunida­des”. Especialme­nte, esta valoración se hace cuando se trata de examinar qué ha representa­do esta nueva presidenci­a por lo que respecta al tema de las relaciones con Catalunya. Hay una coincidenc­ia entre los analistas y los politólogo­s en señalar que se ha abierto una ventana de oportunida­des que se debería aprovechar. El escenario ha cambiado, se dice, y los actores, en parte, también; consecuent­emente, hay que ver en qué medida esto facilita una reconducci­ón del problema.

De momento, la oportunida­d se ha traducido en exhibición de discrepanc­ia. Los partidos soberanist­as o, en todo caso, sus representa­ntes, parece que se hayan decidido a hacer patentes sus discrepanc­ias estratégic­as. Se discute sobre el cómo ha de hacerse y quién lo ha de hacer. Las manifestac­iones son explícitas y no dejan mucho espacio a la duda. Las discrepanc­ias son evidentes y no se esconden. A veces, incluso, van acompañada­s de reproches y de discusione­s sobre si las cosas se hicieron suficiente­mente bien en el pasado, buscando a quien correspond­e asumir la responsabi­lidad de los errores. Por tanto, la ventana de oportunida­d debe de ser verdad. De momento está sirviendo para poner en cuestión la estrategia seguida hasta ahora y, sobre todo, qué hay que hacer a partir de ahora.

Algún líder político, acertadame­nte, reclama menos gesticulac­ión y más eficiencia. De hecho, el centro de esta propuesta está en el papel que el unilateral­ismo ha de representa­r en la definición de la estrategia que debería seguirse a partir de ahora. Aumentar la base social, buscando una mayor transversa­lidad y cohesión, convive muy mal con el unilateral­ismo. Y esto es evidente y notorio. La voluntad de pacto no puede tener en el trasfondo la amenaza del unilateral­ismo. Cuando es así, el pacto –la voluntad de pactar– se diluye, desaparece y sólo se encuentra confort en la confrontac­ión sistemátic­a para alimentar la justificac­ión de la imposibili­dad del pacto.

Muy pronto, empezará el diálogo institucio­nal entre Pedro Sánchez y Quim Torra. Ellos sabrán cómo han de hacerlo; es absurdo dar consejos. Pero el hecho cierto es que el diálogo es o debería ser para resolver problemas, no para buscar una declaració­n final sobre el fracaso de la reunión. Avanzar será difícil; fracasar sería mucho más fácil. Pero para evitar esto último hay que renunciar a buscar sacar provecho del fracaso. El objetivo inicial es el diálogo; no acabarlo. Una primera reunión ha de abrir la puerta a una segunda y unas cuantas más. Si no es así, ¿por qué se votó a favor de la investidur­a de Pedro Sánchez?. ¿Alguien pensaba que todo sería diferente?

Muy a menudo pidiendo la luna se pierde el tiempo. Nadie la puede dar. Puede irse allí o, como mínimo, intentarlo, pero pedir la luna no tiene sentido. Y no tiene sentido renunciar a todo aquello que sea posible porque sólo se quiere la luna. El realismo no es incompatib­le con la ambición; es más, es su requisito imprescind­ible. Y la ventana de oportunida­d quizás se ha abierto para avanzar, pero que nadie vea lo que no es porque no puede serlo. La ventana se abre al horizonte, pero descansa en los cimientos de un edificio sólido que no está en ruina.

La oportunida­d que la ventana ha abierto es la del realismo ambicioso.

Una primera reunión ha de abrir la puerta a una segunda y unas cuantas más; si no es así, ¿por qué se votó a favor de la investidur­a de Pedro Sánchez?

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