Se lleva desescalar
Desescalar se ha convertido en una palabra de moda. Se trata de una moda vintage, porque este concepto se popularizó por primera vez en los 60, en plena guerra fría, gracias, sobre todo, a las obras de Hermann Kahn y sus colegas de la Rand Corporation. La Rand Corporation se había creado en 1948 como un laboratorio de ideas al servicio del Pentágono y de las fuerzas armadas de los EE.UU. Y Kahn, que luego fundó el Instituto Hudson, donde reclutó lumbreras como los sociólogos Raymond Aron y Daniel Bell o el novelista Ralph Ellison, era uno de los sabios que trabajaba para ella, aplicando la teoría de los juegos a las relaciones internacionales y muy concretamente a la estrategia nuclear. En 1960 publicó Thinking about the unthinkable (1962). Lo impensable que invitaba a pensar era una guerra nuclear total entre las dos grandes potencias. Y para ayudar a visualizar el camino que llevaba hacia él propuso una escalera de dieciséis peldaños, que después, en otra obra centrada exclusivamente en la idea de escalamiento (“On escalation. Metaphors and scenarios”, 1965), ganó peldaños y llegó a tener cuarenta y cuatro. Los peldaños representaban posibles escenarios de conflicto y el conflicto se volvía más grave cuanto más se iba subiendo. En las estrategias de negociación, los gobiernos podían subir o bajar por estas escaleras de acuerdo con lo que interpretaban que eran sus intereses. Y, si lo consideraban pertinente, podían subirlas o bajarlas saltando peldaños. Al subir, los conflictos escalaban y al bajar, desescalaban. En 1964, Stanley Kubrick estrenó la película Dr. Strangelove or: How I learned to stop worrying and love the bomb, que en España se tituló ¿Teléfono rojo?, volamos hacia Moscú. Kubrick, que se inspiró en Kahn para perfilar el personaje protagonista, seguía su consejo de pensar lo impensable y mostraba que la estrategia de escalar y desescalar era un juego que podía descontrolarse por las razones más absurdas.
La literatura sobre la estrategia de la escalada y la desescalada suele incluir consejos sobre cómo usarla en las negociaciones y apartados que explican las medidas por las que, cuando conviene, se puede reducir la tensión que antes, cuando era esto lo que convenía, se había intensificado. Estas medidas pueden ser el resultado de un acuerdo o pueden tomarse unilateralmente y tienen que ir acompañadas de gestos típicos como las declaraciones conciliadoras, la liberación de prisioneros o la sustitución de interlocutores intransigentes por otros más flexibles. Evidentemente el conocimiento de este tipo de literatura por parte de los negociadores no garantiza el éxito de las negociaciones, particularmente cuando estos negociadores, como ya hicieron los analistas norteamericanos en la guerra del Vietnam, siguen los modelos de la teoría de los juegos y desprecian los hechos. Pero, en cambio, resulta muy útil a quienes siguen estas negociaciones desde fuera, porque les permite prever el comportamiento de quienes negocian de una manera parecida a la de los espectadores que van al teatro tras haber leído la obra que se representa.
Palabras conciliadoras, liberación de presos o cambios de interlocutor ayudan a desescalar