Gregori Iglesias y Sabela Eiriz recorren los campos del horror
Pintor y fotógrafa viajan ‘Sobre los mismos pasos’ en Volart
Cansado del taller, Gregori Iglesias (Les Borges Blanques, 1966) buscaba la manera de trabajar en la naturaleza cuando el coleccionista e historiador del arte Till Richter le propuso pintar un gran lienzo en un antiguo centro de investigación militar del III Reich en Peenemünde, en la costa Báltica, donde se desarrollaron los primeros misiles teleguiados de largo alcance, las llamadas bombas volantes. En aquel espacio cargado de historia, que reunió a los técnicos e ingenieros más reputados de Alemania, pero también alojó un campo de concentración donde millares de presos de guerra fueron confinados a trabajos forzosos, el artista leridano pintó en el verano del 2015 sobre el suelo –y sin salir nunca del cuadro– un gigantesco lienzo (40 x 12 metros) que entró a formar parte del libro Guinnes de los récords como el cuadro más grande pintado por una sola persona.
La tela, realizada al aire libre con lápiz de carbón, pintura negra y pigmentos, permitiendo que la lluvia y el sol dejaran sus huellas, fue colgado en la sala de turbinas de aquel complejo militar hoy convertido en el Museo Histórico y Técnico de Peenemünde. El proceso de creación, así como de la instalación de la obra en el interior del recinto, fue documentado por la fotógrafa Sabela Eiriz (Lugo, 1991), con la que a raíz de aquel encuentro surgió una nueva experiencia, ahora ya compartida, cuyo resultado se expone estos días en los Espais Volart de la Fundació Vila Casas. Sobre los
mismos pasos, la exposición comisariada por Glòria Bosch y Natàlia Chocarro, es como el diario de un viaje físico pero también introspectivo, y lleno de silencios, por los campos de concentración de Sachsenhausen, Auschwitz y Buchenwal.
Las dibujos de Gregori Iglesias, voluntariamente inacabados –“en el momento que dejaba de tener ganas de seguir trabajando en ellos los lanzaba”, cuenta– se amontonan ahora, doblemente frágiles y vulnerables bajo los pies de los visitantes de Volart, que ha de caminar sobre ellos, condenándolos en cierto modo a su desaparición. “La instalación tiene que ver con mi propia convicción de que por mucho que avance la tecnología el hombre seguirá siendo cruel, falso e hipócrita.
No veo solución a eso. Y no soy pesimista sino muy realista”, argumenta Iglesias.
Sobre los mismos pasos (hasta el 22 de julio) es como un viaje por uno de los grandes dramas de la historia, una conversación silenciosa en la que Iglesias vuelve a poblar de humanidad, de voces y expresiones, figuras paralizadas en medio de la oscuridad, gritos y espanto, las arquitecturas vacías y mudas que retrata recortadas en el paisaje Sabela Eiriz. “Lo que nos movió fue la idea del viaje, que tenía un significado físico, el hecho de recorrer los campos juntos, pero también otro más intangible, el del viaje interior y también el de un proceso creativo que se iba haciendo continuamente sobre la marcha”, explica la fotógrafa, que explica que uno de los referentes literarios que les acompañó durante el camino fue el libro
La escritura o la vida, de Jorge Semprún, superviviente del campo de Buchenwald.
Los dibujos de Iglesias, frágiles y vulnerables, se amontonan bajo los pies de los visitantes