La Vanguardia (1ª edición)

Mientras, en Wimbledon

Sólo Feliciano acompaña al balear, el día en que caen Carreño, Verdasco, Ramos y Ferrer

- SERGIO HEREDIA Barcelona

Aunque la absorbente actualidad del Mundial de fútbol acapare la mayoría de las noticias, no debemos olvidar que, al mismo tiempo, las mejores raquetas se enfrentan en la hierba de Wimbledon, donde los españoles han hecho honor a su mala relación con el verde despidiénd­ose del torneo en los primeros golpes con las únicas excepcione­s de Rafa Nadal y Feliciano López.

Un día, hace más de medio siglo, Manolo Santana dijo: –La hierba es para las vacas. Y luego se contradijo. Se fue a Londres y se adueñó de Wimbledon. Lo ganó en 1966.

En realidad, aquel iba a ser un grito en el desierto. Pasaron los años, y los españoles siguieron pensando lo mismo. Que la hierba es para las vacas. Con excepcione­s, como en el fascinante triunfo de Conchita Martínez en el 94, o en el de Muguruza el año pasado, o como en algunos arreones esporádico­s de Feliciano López (ganó ayer, y ya ha jugado 66 Grand Slam seguidos, uno más de los que sumaba Federer), la presencia española en el All England Club ha sido casi siempre anecdótica. Casi siempre. Queda Nadal, claro. Y eso está bien. Lo que pasa es que el resto apenas le sigue los pasos. “La hierba es para las vacas”, siguen pensando en su mayoría.

Pablo Carreño, por ejemplo, no se pone en marcha. Ayer transigió ante Radu Albot, en un partido que se jugó en dos días y cinco sets. Y a continuaci­ón se declaró cariaconte­cido: “O me pongo las pilas o no estaré en el O2”, dijo.

Se refería al Masters de Londres, la reválida de las ocho raquetas que se disputa a final de curso, allí donde ya estuvo el año pasado. Por ahora, el reto parece venirle grande. Ahora mismo Carreño todavía es el 12.º del circuito ATP. Se halla a 1.500 puntos del octavo. La distancia es considerab­le. Y la derrota de ayer no ayuda. “He jugado un mal partido, no voy a esconderlo”, dijo.

Y hablaron las estadístic­as. Ante el 98.º del mundo, Carreño cometió diez dobles faltas, síntoma de ansiedad. Y apenas ganó la mitad de sus subidas a la red (51%). “No me he encontrado bien, ni táctica ni físicament­e. No sólo la derecha: el saque tampoco hizo daño. Lo había entrenado muy bien en las últimas semanas, pero esta vez no ha funcionado”.

Junto a él se fueron muchos otros. Lo hicieron Verdasco y Ferrer, ya otoñales, y Albert Ramos, que nunca ha sido feliz en la hierba. Se quedó muy lejos de Stephane Robert, un jornalero francés de 38 años que figura como el 158.º del circuito y que nunca ha hecho nada en un grande. Ni en Londres, ni en ningún otro gran escenario. Queda Nadal, menos mal. Y con él se destapan los buenos recuerdos. En estos días se recupera su triunfo en el 2008. Diez años, han pasado. Diez años desde que Nadal hizo como Santana: romper un dicho. ¿La hierba es para las vacas? Anochecía en el 2008. Refrescaba en Londres. Había llovido durante la tarde y el árbitro había interrumpi­do aquella final en dos ocasiones. Federer y Nadal disputaban un partido generacion­al. Federer pretendía preservar su jardín y perpetuars­e como número uno mundial. Nadal le seguía la pista. Aspiraba a trascender, ir más allá de Roland Garros: asomarse a nuevos escenarios. ¿Por qué no? Asomaba la luna cuando Nadal rompía el servicio de Federer. Luego voló hacia el título. –Apenas se veía nada –dijo. Allí cambió la historia. O no tanto. Diez años después, ahí siguen ambos. Liderando el circuito ATP. Y cabalgando en Wimbledon. Ayer, Nadal se dio un paseo frente a Dudi Sela, cuyas opciones fueron minúsculas. Y Federer vuelve hoy, ante Lucas Lacko.

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MICHAEL STEELE / GETTY Pablo Carreño transigió ante Radu Albot

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