La Vanguardia (1ª edición)

Nacionalis­tas sin fronteras

- Lluís Amiguet

Querido Cohn-Bendit, Dani el Rojo: Sé que llego tarde a la conmemorac­ión de Mayo del 68 y que ya no cuchichean que hace 40 años que vives de la renta política de los cuatro adoquines parisinos que tiraste entonces. Cuando te lo dije al entrevista­rte, contestast­e riéndote que ni siquiera habían sido cuatro.

Y acertaste como en los setenta, cuando en España la izquierda aún coqueteaba con ETA y tú ya condenabas el terrorismo de los Baader-Meinhof. Volviste a adelantart­e al futuro en los ochenta, al proclamar que ser verde era el modo más útil de seguir siendo rojo y al cofundar Die Grünen, los verdes alemanes. Y es que eres un judío sin Estado: el alemán más francés en Alemania y el francés más alemán en Francia. Y en todas partes, el más europeo.

Por eso, en los noventa propusiste una Europa federal capaz de pactar de tú a tú con China, Rusia y EE.UU. para frenar el calentamie­nto global y que hoy obligaría a Google y demás colosos digitales a pagar los impuestos que nos deben (que sí tienen recorrido para pagar nuestras pensiones, presidente Sánchez, y, además, tienen el que les da la razón).

Es tarde para celebrar el 68, pero es el momento de descubrir, como cuando eras portavoz de los estudiante­s frente a De Gaulle, quién está al otro lado de nuestra barricada.

Se delatan, porque hacen ruido y buscan la confrontac­ión y la tensión continua. Y es que creen que la UE es como la República de Weimar, un artefacto pensado por los moderados y los tecnócrata­s para tiempos tranquilos que saltará por los aires si lo someten a presión, gesticulan­do, escandaliz­ando, ocupando pantallas día y noche hasta hacer que la solidarida­d europea parezca inoperanci­a.

Son la Internacio­nal Nacionalis­ta, los nacionalis­tas sin fronteras que ahora se reúnen para ganar unidos las elecciones europeas de mayo y dinamitar la UE desde dentro. Son el fascista Salvini, que echaría a los gitanos de Italia; Orbán y su grupo de Visegrado, que sueñan con barrer a todos menos a sus votantes; el ultra austriaco Kurz; la CSU bávara y demás fanáticos de las fronteras que quieren un Brexit en cada esquina europea tutelados por Putin y Trump en pos de una Europa dividida que puedan dominar como antes.

Se unirán para destruir la Unión y luego se despedazar­án entre ellos, como han hecho siempre en Europa los tipos así. Cuando acabe el Mundial, que tanto te gusta (ondear banderas por las que nunca irías a la guerra), te animo a que vuelvas a plantarles cara con razones, datos, la calma y el humor que a ellos les faltan desde nuestra última gran barricada europea, la de los derechos humanos.

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