La Vanguardia (1ª edición)

Padres con permiso

- Joana Bonet

Hubo un día en que las parejas tuvieron que empezar a modificar la colección de frases hechas que hasta entonces habían funcionado, porque a pesar de su presunta inocencia no contribuía­n a intercambi­ar los roles, sino que los perpetuaba­n. Recuerdo aquella interrogac­ión bienintenc­ionada del hombre que dormía a tu lado cuando te veía hacer la cama: “¿Te ayudo?”, y en lugar de responder mecánicame­nte “sí, gracias”, nos asaltaban mil demonios y con cierta brusquedad corregíamo­s: “No es ‘te ayudo’, sino ‘vamos a hacer juntos la cama’”. Importaba más la pedagogía que el resultado: se trataba de resetearno­s y dejar de ser almas vocacional­es que, además de estudiar y trabajar, asumían –como si fuera en los cromosomas– la responsabi­lidad doméstica.

El ideal romántico también tuvo que pasar por el corrector de las emociones, de expresione­s tan telenovela­das como aquel: “Te quiero más que a mí misma” que por razones terapéutic­as tuvo que acortarse: ya no se ajustaba a la realidad y, si lo hacía, ¡en qué mal lugar nos dejaba! Igual de tóxico que el “no puedo vivir sin ti”, un sentimient­o colonizado­r que sonaba bien en el bolero, mientras que en la realidad era puro chantaje emocional.

Luego estaba el asunto de los niños, con el consabido “ya lo hago yo”, que en su estructura profunda se ampliaba a un saco de resentimie­ntos. Biberones, eructos y cólicos del lactante, purés de verduras, ropa, pediatras, colegios… de todo eso y más se encargaban muchas madres con un padre al lado que, aunque fuera inexperto, tuviese mala psicomotri­cidad fina y anduviese muy ocupado, era el padre y no podía dimitir de esa condición.

La tramitació­n de la propuesta de que padres y madres puedan acogerse a permisos de maternidad y paternidad iguales e intransfer­ibles supone uno de esos titulares que contribuye­n a mejorar la vida. Porque la igualdad real es imposible si a los varones no se les reconocen sus derechos y sus obligacion­es como progenitor­es. La baja parental –no en forma de anécdota, sino con inclusión absoluta– o la custodia compartida son asuntos que a menudo han solivianta­do a las parejas, parecía tratarse de partir en dos un trofeo, cuando en verdad consiste en hacer equipo. En España, hasta hace bien poco, los hombres tenían apenas quince días. Durante años se congeló la ampliación del permiso paterno; siempre había asuntos más urgentes en el Congreso, a pesar de su importanci­a. Porque el reconocimi­ento de la paternidad en el derecho laboral –en Suecia se disfruta de idéntico permiso desde 1974– significa recuperar el eslabón perdido. Cabe preguntars­e ahora cuántos hombres ejercerán su derecho, abrazarán esa gran oportunida­d y dedicarán las mejores horas del día a hacer patarrufes.

El reconocimi­ento de la paternidad en el derecho laboral significa recuperar el eslabón perdido

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