La Vanguardia (1ª edición)

La cumbia inacabada de Yerry

Ni Sterling ni Kane pudieron con Mina, que hizo soñar a toda Colombia

- JUAN BAUTISTA MARTÍNEZ

Yerry Mina lo vuelve a hacer. Minuto 93. Toda Colombia comiéndose las uñas, incluido gran parte del estadio del Spartak, convertido en un improvisad­o carnaval de Barranquil­la. El defensa azulgrana ya lleva varios minutos en el área inglesa al más puro estilo Alexanco. La necesidad aprieta y el central, de 1,95 metros, se eleva y se suspende en el aire, como ante Polonia y Senegal, para meter su tercer gol en el campeonato y forzar la prórroga. Estalla el recinto con gritos de “vamos, vamos Colombia, que esta noche tenemos que ganar” y de “sí se puede, sí se puede”. Puro espectácul­o y más si te toca vivirlo dentro de la grada colombiana, como es el caso, en medio de una algarabía que va de los insultos a los ánimos, del festejo al lamento final, mayoría como son ante unos ingleses menos numerosos que en competicio­nes anteriores.

Lo celebra Mina con un baile eterno en la banda, con una cumbia (después inacabada) de la felicidad, con esa pasión que se lleva dentro tras ir primero al tendido a abrazarse con seguidores. En el Barça será el patito feo, el gigante inadaptado, una especie fuera de su hábitat, pero con su selección es todo un personaje. Ordena, tira la línea del fuera de juego, discute con el colegiado, con sus compañeros y con los rivales y se crece como si no hubiera un mañana.

Si no hubiera firmado otro gol, su partido de anoche ya habría merecido un bien alto. Ni Harry Kane, que atrapa con seis tantos a Gary Lineker como inglés con más goles en un Mundial, ni Sterling pueden con él. Y eso que no se parecen en nada. Kane es grandote como Mina pero Sterling se convierte en una flecha de 1,70 metros, mucho más bajito que Yerry, que le aguanta el tipo y si tiene que pararle en falta, lo hace. No sólo eso. Con el balón en los pies no se complica la vida y en alguna ocasión hasta lo saca jugado con muy buen criterio. Es verdad que no es lo mismo jugar en el Camp Nou con 70 metros a tu espalda que hacerlo arropadito pero hace falta tener mucha personalid­ad y perfil propio para lucir como Mina, de sólo 23 años.

Meter tres goles en un Mundial merece todos los aplausos y más siendo un defensa. Si el Barça sigue decidido a sacárselo de encima es de esperar que obtenga un buen pellizco porque se ha lucido en el principal escaparate del fútbol. “El Barcelona tiene que abrir los ojos, que se quiere comer el mundo”, espetan desde la grada. Cómo deben estar en la misma plaza de Guachené donde Mina ingresaba unas monedas por llevar las bolsas de la compra cuando era un niño. Allí se coloca una pantalla gigante con cada partido de Colombia. Allí se ve a su hijo pródigo aguantar en el tiempo extra con calambres. Allí se le aprecia vivir los penaltis arrodillad­o sobre el césped y ser el primero en animar al lanzador. Y también ser el primero en lamentarse. No hay final feliz para Yerry pero se deja el alma.

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PETER POWELL / EFE Yerry Mina saltó la valla publicitar­ia para celebrar su gol directamen­te con la afición colombiana
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