La Vanguardia (1ª edición)

Socialismo escandinav­o

Suecia, equipo sin estrellas, echa a Suiza y pasa a cuartos después de 24 años

- JOAN JOSEP PALLÀS Moscú

Puede que sólo una persona en Suecia creyera realmente en ver al equipo de su país en cuartos de final de este Mundial antes de empezarlo. Se llama Janne Andersson. Es un señor de aspecto común, en apariencia encajaría en el casting para ser jefe de planta de Ikea, pero es el selecciona­dor, un tipo duro, el auténtico artífice de este milagro. Así hay que catalogar su colección de víctimas hasta llegar aquí: Holanda en la clasificac­ión, Italia en la repesca y Alemania en la fase de grupos.

Ha dejado otro damnificad­o en el camino, nada menos que Ibrahimovi­c. La gran estrella se había retirado de la selección pero intentó volver con el trabajo hecho. Esto dijo Andersson en noviembre: “Esto es increíble. Todavía estamos hablando de él y acabamos de eliminar a Italia”. Sus jugadores, los que ayer eliminaron a Suiza, ya le tenían en buen concepto, pero a partir de ese día Andersson se los metió a todos en el bolsillo. Se convirtió en líder.

Suecia, subcampeon­a en 1958, ha llegado donde no lo hacía desde hace 24 años. Con una diferencia: en aquel equipo del 94 que acabó cuarto estaban Larsson, Brolin o Ravelli. En este casi todos sus integrante­s son de perfil bajo, pero juntos han trascendid­o. Emblema aún de la socialdemo­cracia, Suecia ha construido un equipo solidario, poseedor de la fuerza y el gancho de un eslogan político, sólo que en su caso funcionan en la práctica. ¿Qué decir de Suiza? Decepciona­nte es poco. El país centroeuro­peo tiene fama de generar pocas noticias, ni buenas ni malas. La frase de aquel fascinante personaje encarnado por Orson Welles en El tercer hombre seguirá siendo vigente. Recuerden: “En Italia, en treinta años de dominación de los Borgia, no hubo más que terror, guerras y matanzas, pero surgieron Miguel Ángel, Leonardo da Vinci y el Renacimien­to. En Suiza, por el contrario, tuvieron 500 años de amor, democracia y paz. ¿Y cuál fue el resultado? El reloj de cuco”.

Suecia fue mejor casi siempre. Tuvieron más el balón los helvéticos, pero las mejores intencione­s fueron escandinav­as. Especialme­nte activo en la primera parte estuvo Marcus Berg, que rozó el gol dos veces. En la primera se le interpuso el defensor Akanji cuando la dirección del balón era la adecuada; en la

Andersson ha diseñado el equipo más solidario del Mundial, esa es su fuerza junto al talento de Forsberg

segunda fue el portero Sommer, sin duda la pieza insustitui­ble de Suiza, quien desbarató el zurdazo con una gran mano. Ekdal también estuvo cerca de marcar al filo del descanso, pero optó por un remate al que le sobró acrobacia y le faltó precisión. Las respuestas de Suiza eran tibias. Llegaban fruto de centros laterales, y ahí Suecia se protege bien. La única acción reseñable la aportó Dzemaili, que culminó una bella pared con Zuber lanzando alto.

Suecia y Suiza parecieron entrar en la fase del miedo y el vértigo después de la pausa. El 0-0 en unos octavos de final acelera el pulso de los equipos menos acostumbra­dos a las alturas. El pánico a perder agarrota pies y cabeza y las jugadas se ralentizan: un error te puede condenar. Ausente Shaqiri (no porque no jugara sino porque apenas se le vio), ninguno de los dos equipos presentaba en teoría futbolista­s determinan­tes, de esos que marcan la diferencia. Pero entonces emergió Forsberg, un 10 clásico y sin duda el sueco más talentoso. No es Ibrahimovi­c y juega en el Leipzig, pero siempre tuvo buen pie y ayer todas las transicion­es de su equipo pasaron por él. En una de ellas alcanzó la frontal y conectó un disparo que, desviado con desgracia por Akanji, batió a Sommer, que todo no lo puede parar.

Despertó Suiza a la fuerza pero lo hizo tarde, con la fama de puntuales que (también) tienen. Lo intentó Embolo con un remate de cabeza picado que salvó Forsberg, de nuevo héroe, y después Seferovic se topó con Olsen. Pero de ahí hasta el final los helvéticos chocaron una y otra vez contra una defensa infranquea­ble, que emocionó a quienes se enternecen con los ejercicios defensivos puros, aquellos en los que se ve a los once tipos pelear por un objetivo sin negociar un centímetro. Así es la Suecia de Andersson. Incluso pudo marcar un segundo gol, pero el VAR sacó un penalti ya señalado fuera del área.

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GIUSEPPE CACACE / AFP Forsberg celebra eufórico el único gol del partido, perseguido por sus compañeros

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