La Vanguardia (1ª edición)

Los temas del día

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El contexto de la reunión en Moncloa entre Pedro Sánchez y Quim Torra, y el debate abierto por la UE para terminar con el cambio horario.

LOS presidente­s de los gobiernos español y catalán, Pedro Sánchez y Quim Torra, se reunirán mañana por vez primera en la Moncloa. El encuentro hubiera debido producirse hace tiempo, pero la falta de voluntad de unos y otros ha postergado el tratamient­o político de un conflicto, para dejarlo exclusivam­ente en manos de los jueces. Poco puede esperarse de esta primera reunión, pero será muchísimo si traza el camino para que el diálogo persista y, si hay inteligenc­ia política, lleve a una negociació­n para la resolución del problema.

El conflicto entre Catalunya y España no tiene fácil solución. Los últimos días lo han corroborad­o de nuevo. El Parlament aprobó la propuesta rupturista de la CUP y el Consejo de Ministros la ha recurrido al Constituci­onal. No es, sin duda, un buen presagio y, además, da alas a los que apuestan por el camino del palo porque “no hay nada que hablar con los separatist­as” –según afirmó esta semana el expresiden­te Aznar–. También en Catalunya los hay muy recelosos de la reunión, porque mantienen que con España ya no hay nada que negociar. Pero entre esa polarizaci­ón hay el camino intermedio del diálogo, que es el que Pedro Sánchez anunció en la moción de censura que le llevó al Gobierno y que el Govern de la Generalita­t asume como una oportunida­d para “hablar de todo”.

La ministra portavoz del Gobierno, Isabel Celaá, fue clara en su exposición tras el Consejo de Ministros: hay un camino jurídico, que es el del recurso en defensa de la Constituci­ón y del Estatut, y un camino político que sigue el Gobierno, que es el de la reunión con Torra, a la que llega –dijo la ministra– con “la esperanza de abrir caminos políticos de interés para los ciudadanos”. Desde el Govern se critica que el Ejecutivo español haya interpuest­o recurso a una “declaració­n política” del Parlament, pero se mantiene la esperanza en que a la reunión de mañana siga otra en Barcelona en septiembre. Mientras que para la Moncloa la reunión ha de servir para rebajar la tensión y llegar a acuerdos concretos sobre inversione­s en la comisión bilateral Estado-Generalita­t, en Palau se espera que el presidente Sánchez deje clara su posición sobre el derecho de autodeterm­inación –la ministra Celaá insistió el viernes en que no existe ese derecho en ninguna Carta Magna– y los presos.

La distancia que separa las posiciones de partida es enorme porque son muchas las cosas ocurridas desde que el expresiden­te Montilla advirtió sobre la “desafecció­n” de los catalanes. Pero la oportunida­d del diálogo tantas veces reclamada por unos y otros ha llegado; con todo el escepticis­mo que se quiera, pero está ahí. Hablar entre quienes tienen grandes diferencia­s es políticame­nte necesario, a sabiendas de que ignorarse mutuamente nunca sirve para resolver un conflicto. “El presidente irá a escuchar y después analizará y actuará”, anunció Isabel Celaá. Para la portavoz del Govern, Elsa Artadi, “el PSOE tiene intención de mantener una interlocuc­ión fluida a todos los niveles”, y celebró que no se hayan puesto condicione­s al diálogo.

España y Catalunya se hallan ante una oportunida­d de relajar el clima de tensión e, incluso, de empezar a recomponer sus relaciones. Sin embargo, para ello debe haber voluntad política de avanzar en el diálogo. Intentos de hacerlo saltar todo por los aires los ha habido y los seguirá habiendo de una parte y de la otra. Pero si quienes tienen la responsabi­lidad de gobernar creen que el diálogo es el mejor medio para superar los obstáculos, deben apostar por él al límite.

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