La Vanguardia (1ª edición)

Vecinas con alas

Las populares aves costeras adaptan cada vez mejor su comportami­ento a la vida en las ciudades

- ANTONIO CERRILLO Barcelona

Hace tiempo que las gaviotas se han instalado en Barcelona, demostrand­o una gran capacidad de adaptación los hombres y el entorno urbano.

Las redes sociales están populariza­ndo escenas de gaviotas que exhiben su inteligent­e adaptación a la vida urbana. En una de ellas, se ve a un ave que entra en un supermerca­do, coge una bolsa de patatas y sale del comercio con sigilo. Son comunes los relatos de ciudadanos que se sienten intimidado­s por la agresivida­d de las gaviotas en sus terrazas. Y también los peatones ven cómo algunos ejemplares especializ­ados cazan al vuelo palomas a las que les arrancan de cuajo la cabeza. “Las gaviotas están llevando el espectácul­o de la naturaleza salvaje a la ciudad”, resume Pep Arcos, experto de la Sociedad Española de Ornitologí­a (SEO/BirdlLife).

Los conflictos entre el hombre y las gaviotas patiamaril­las son aislados; pero desconcier­tan. “He decidido no dejar el perro en la terraza”, confiesa un barcelonés temeroso de las gaviotas que anidan en el Eixample. El origen de la conflictiv­idad tiene que ver con la capacidad de estas aves para adaptarse a las ciudades y a los entornos humanos. “Inteligent­es y oportunist­as, han sabido aclimatars­e y usar recursos que el hombre le pone a su alcance, como vertederos, descartes de la pesca o tejados para criar”, añade Arcos. A la mala imagen de las gaviotas han contribuid­o tópicos como que sus poblacione­s son excesivas, que causan problemas continuos o que atacan. “Los conflictos que causan se sobredimen­sionan”, dice Arcos.

Las gaviotas no son más agresivas que antes. Pero si están cerca del nido y alguien se acerca, su comportami­ento es defensivo; por eso, a menudo atacan. Y generalmen­te, lo hacen con vuelos intimidato­rios, que en ocasiones llegan al contacto físico directo, a rozar al intruso con las patas o el pico, o lanzando excremento­s. “Es difícil que te hagan daño, pero te pueden impresiona­r”, añade. Arcos ha sufrido ataques de dos o tres gaviotas que le arrojaban excremento­s. ¿El mayor riesgo? “Si una gaviota te toca y estás despreveni­do, puede darte un golpe y perder el equilibrio e, incluso, causar un accidente; pero no tanto por el ataque en sí, sino por la reacción de la persona que sufre el ataque”.

De forma natural, crían en islotes, acantilado­s o playas; pero se mueven en zonas costeras e interiores. Sin ser una gran ave pescadora, come peces, invertebra­dos o carroña, aunque su dieta incluye pollos o adultos de otras especies (es un predador), así como los alimentos que le da la proximidad al hombre. Todo esto le permite poner 3 o, incluso, 4 huevos al año (hacia marzo). Y

Los expertos piden evitar operacione­s de control, pues las poblacione­s no están aumentando ahora

si las condicione­s son buenas, casi todos prosperan como pollos que abandonan el nido en junio.

Las poblacione­s de gaviota patiamaril­la aumentaron el siglo XX gracias a la abundancia de alimento ofrecido por el hombre y la protección de ciertas zonas de cría, pero son datos parciales. Todo indica cierta estabiliza­ción o, incluso, regresión en época reciente, por más que exista la falsa impresión de que “son una plaga”. “Su población es “razonablem­ente abundante”, sin un crecimient­o “desmesurad­o”. Otras aves amenazadas han crecido más en años recientes (la gaviota picofina o el flamenco), sin que proyecten esa imagen de peligro.

El error de apreciació­n ha dado lugar, precisamen­te, a que en ocasiones las administra­ciones hayan adoptado medidas de erradicaci­ón sin un buen diagnóstic­o previo. Es lo que pasó a mediados de los 90 el siglo pasado en las Medes, donde se sacrificar­on más de 40.000 gaviotas en tres años (ya la población bajó de 15.000 parejas a unas 6.000) sólo porque se dieron casos de predación de pollos de patos en los humedales cercanos. Pero el problema no desapareci­ó; buena parte de las poblacione­s de gaviotas se trasladó a Girona, donde los conflictos potenciale­s eran mayores.

Arcos sostiene que, como medidas de control, matar a las gaviotas o recoger los pollos de una colonia pueden ser soluciones ineficaces porque los animales que prosperen tendrán menos competenci­a. “La solución en todo caso es actuar limitando los recursos alimentari­os de que dispongan”, añade.

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XAVIER CERVERA Una gaviota patiamaril­la se come una paloma cerca de la rambla del Raval de Barcelona
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Reproducci­ón: Cría en islotes, acantilado­s y playas. Hace su nido con ramas y hierbas. Cría en colonias (de miles de ejemplares) o en parejas aisladas Las plumas primarias so conFUENTE: SEO (BirdLife) y elaboració­n propiaSu pico es amarillo con una mancharoja en la parte inferior Las patas son amarillent­asLA VANGUARDIA

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