Una sorpresa latina llena de mensajes
Hasta hace poco, la prensa estadounidense ignoraba su existencia, pero la victoria de Alexandria Ocasio-Cortez (1989) en las primarias demócratas de un distrito de Nueva York ha resultado ser una sorpresa llena de mensajes. Organizadora social licenciada en Economía, dejó su trabajo en una coctelería para disputar el escaño a Joseph Crowley, un pope del partido al que nadie había cuestionado en una década. Tenía diez veces menos fondos que él, pero se pateó su distrito hasta agujerear las suelas de sus zapatos. “No todos los demócratas somos iguales”, “no todos estamos vendidos a los intereses corporativos”, dijo a sus vecinos esta latina, socialista declarada. Su victoria ha dado energía a las bases del partido, sacudido por varios candidatos ajenos al sistema, de ideas más izquierdistas. El mismo día otro discípulo de Bernie Sanders, el afroamericano Ben Jealous, fue elegido candidato a gobernador en Maryland. Mientras los demócratas debaten cómo contraatacar a Trump –¿responder o ignorarle?–, ambos han optado por lo segundo y hecho campaña con una agenda muy progresista. No todos creen que la fórmula sea extrapolable al resto del país y reivindican el centro, pero sus victorias han hecho reflexionar a un partido que avanzaba en piloto automático sin rumbo claro.