La Vanguardia (1ª edición)

Jóvenes y cristianos

- FE EN EL MUNDO Josep Playà Maset

Hace unos días, un millar de jóvenes participar­on en el Aplec de l’Esperit en Tortosa. Una semana antes se había conmemorad­o los 20 años del Moviment de Joves Cristians de Barcelona, al que se había invitado a miembros de la JOC (Juventud Obrera Católica), las JARC (Moviment de Joves Cristians de Pobles i Comarques) y el Mijac (Moviment Infantil Juvenil d’Acció Catòlica). Muchas siglas para pocos simpatizan­tes.

El barómetro de la Generalita­t sobre la religiosid­ad del 2016 certificab­a que entre los jóvenes de 16 a 24 años había un 38% que decía tener creencias religiosas (la católica, muy por encima). Sin embargo, sólo un 13% reconocía acudir una vez por semana o más a actos de culto, y otro 2,1%, alguna vez al mes. Resultados similares a los de la mayoría de los países europeos, excepto alguno como Polonia.

Ante la proximidad del sínodo sobre Jóvenes, Fe y el Discernimi­ento Vocacional que se celebrará en Roma en octubre, la Conferenci­a Episcopal Española ha realizado una gran encuesta (más de cinco mil jóvenes). Se preguntaba qué pedían a la Iglesia, y las respuestas ofrecían pocas sorpresas: cercanía y apertura al mundo de hoy; compromiso con el evangelio de Jesús, con la justicia y la solidarida­d; aceptación de las diferencia­s, tolerancia, diálogo; saber escuchar y acoger (Iglesia inclusiva, misericord­iosa, samaritana); mejor comunicaci­ón y lenguaje actual; menos moralismo; una liturgia más viva y cercana; mayor formación para laicos (en otras encuestas, una mayoría de españoles ha pedido enseñanza religiosa no confesiona­l en las escuelas), y unos pastores más cercanos a los jóvenes.

Algunos sectores de la propia Iglesia arremetier­on contra estas conclusion­es por considerar que obviaban temas relacionad­os con la fe y la espiritual­idad y sólo ponían énfasis en la necesidad de un mayor compromiso social, una mejor comunicaci­ón y una crítica a la moral. Verdad a medias, porque había apelacione­s al evangelio y a Jesucristo que podían entenderse en un doble sentido.

Es cierto que los jóvenes se alejan de la religión, pero es discutible el tópico de una juventud insolidari­a e individual­ista. El elevado número de jóvenes en Minyons Escoltes i Guies Sant Jordi; las actividade­s de la Pere Tarrés; la elevada matrícula en escuelas cristianas; el peso de la Ramon Llull y de dos escuelas de negocios como Esade (jesuitas) y Iese (Opus Dei); el apoyo a Cáritas; la credibilid­ad de Mans Unides, San Egidio, Montserrat... son factores que tener en cuenta. El reto para la Iglesia es vincular unos valores evangélico­s, más o menos consciente­s, con la fe. Y para hacerlo, sus pastores –que cada vez son menos– y los laicos más comprometi­dos han de encontrar un lenguaje y unas formas más adecuadas. La pregunta es si la liturgia actual de los sacramento­s, si la catequesis y algunos rituales se adecuan a lo que pide la juventud.

Disminuye la práctica religiosa en jóvenes, pero se mantiene su compromiso con entidades religiosas

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