La Vanguardia (1ª edición)

Una nueva economía es posible

- Juan José Omella DESDE LA DIÓCESIS

Hace unos meses, un periodista preguntó al cardenal Lluís F. Ladaria como se sentía ocupando la responsabi­lidad de prefecto de la Congregaci­ón para la Doctrina de la Fe, cargo que había ocupado el cardenal Ratzinger, y el jesuita mallorquín respondió que él sólo era “un modesto profesor de la Universida­d Gregoriana, mientras que el cardenal Ratzinger era autor de un cuerpo doctrinal y teológico mundialmen­te reconocido”. Pues bien, este “modesto profesor” –que pronunció la lección de teología en el 50.º aniversari­o de la Facultat de Teologia de Catalunya– ha tenido el coraje de atreverse no sólo a denunciar las injusticia­s financiera­s que provocaron la última crisis económica, que tanto mal ha causado y sigue causando a tanta gente; sino también a ofrecer algunas medidas de regulación del sistema financiero que promuevan más bienestar a todos los ciudadanos y ciudadanas.

J.J. OMELLA, cardenal arzobispo de Barcelona

El 17 de mayo del 2018 el cardenal Lluís F. Ladaria y el cardenal Peter Turkson, prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, presentaba­n el documento Oeconomica­e et pecuniaria­e quaestione­s. Considerac­iones para un discernimi­ento ético sobre algunos aspectos del actual sistema económico-financiero .Esla propuesta de la Iglesia para una nueva economía financiera que redunde en beneficio de todos y no sólo de unos cuantos.

Unos días después se publicaba un informe del Banco de España, La desigualda­d de la renta, el consumo y la riqueza en España, en el que se aborda como ha afectado la crisis a la renta y la riqueza de las familias. Este informe concluye que la desigualda­d creció de manera significat­iva durante la crisis, de manera que el 10% de los españoles más ricos han pasado de acumular el 44% de la riqueza a acumular el 53%. Este no es un hecho exclusivo de España, sino que el tema de la desigualda­d tiene dimensión mundial. El documento pontificio identifica las causas que han conducido a esta situación y muestra aspectos del sistema financiero que siguen acentuando la desigualda­d. Afortunada­mente, no se queda en la denuncia, sino que propone algunas medidas de política fiscal y financiera para corregir este creciente desequilib­rio.

Para la Iglesia es un deber clamar por una ética de los intercambi­os económicos y financiero­s, porque se juega el futuro no sólo de los más pobres, sino también de la clase media. La Iglesia no puede nunca olvidarse de ellos, sobre todo, teniendo en cuenta que representa­n la gran mayoría de la población mundial. El documento reconoce que “el bienestar económico global ha aumentado en la segunda mitad del siglo XX en medidas y rapidez nunca antes experiment­adas, pero al mismo tiempo han aumentado las desigualda­des entre los diferentes países y dentro de ellos. El número de personas que viven en pobreza extrema sigue siendo enorme”. Por todo eso, la Iglesia se atreve a proponer “una ética de ciertos aspectos de la intermedia­ción financiera, porque esta (...) no sólo ha producido injusticia­s y abusos evidentes, sino que se ha demostrado también capaz de crear crisis sistémicas a todo el mundo”.

Ruego a Dios que este documento capte el interés de los agentes económicos, políticos y sociales que inciden en la marcha del sistema financiero de la economía. Que su lectura atenta traiga un debate que se concrete en la toma de decisiones que aseguren una distribuci­ón digna y honrada de la riqueza, que evite el sufrimient­o de tantas personas y los posibles conflictos sociales que esta situación pueda provocar.

Un documento de Iglesia que se atreve a proponer medidas de regulación del sistema financiero

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