La Vanguardia (1ª edición)

La lógica de las subidas de impuestos

- Manel Pérez

Ala derecha le gusta presumir de que crea riqueza gracias a las medidas liberales que aplica cuando está en el Gobierno. Y la izquierda saca pecho glosando sus políticas redistribu­tivas cuando alcanza el poder. La primera acusa a la segunda de gastar los frutos de lo que ella ha hecho posible, de despilfarr­ar con incontrola­das políticas de gasto público. En sentido contrario, la izquierda imputa a la derecha el fomento de la desigualda­d y el malestar social. Siguiendo la literalida­d de los discursos respectivo­s: crecimient­o frente a justicia social. Poco importa que, revisando la historia económica reciente, ese esquema simplista se ajuste a la realidad menos de lo que se quiere reconocer.

Un movimiento pendular, compensato­rio y funcionalm­ente complement­ario que se ha mantenido en Europa desde el fin de la Segunda Guerra Mundial y que viene sufriendo un prolongado proceso de erosión desde mediados de los setenta. Que ahora experiment­a la eclosión de movimiento­s populistas, de derecha dura y de izquierda crítica con la socialdemo­cracia tradiciona­l.

El anuncio esta semana de María Jesús Montero, ministra de Hacienda, de que prepara un aumento del impuesto de sociedades para las grandes empresas y la creación de un gravamen especial sobre los beneficios bancarios ha recordado a muchos ese viejo debate. De hecho, las reacciones iniciales más visibles han reproducid­o el esquema clásico.

Habría sido interesant­e conocer la opinión del primer partido de la oposición y hasta hace poco más de un mes fuerza de Gobierno, el Partido Popular, sobre esas medidas que con carácter inmediato, compleja negociació­n parlamenta­ria mediante, prepara el Gobierno de Pedro Sánchez. Pero, claro, los populares andan inmersos en un desconcert­ante proceso de elecciones primarias de su nuevo líder y nadie se ha aventurado a lanzar una opinión sobre el asunto sin saber cuál será la orientació­n futura del partido.

Aunque es posible disponer de algunas pistas. El antecesor de Montero, Cristóbal Montoro, había venido esgrimiend­o durante meses argumentos similares a los de Montero para fundamenta­r una elevación de los impuestos a las grandes empresas. El ministro del PP había estimado en el 7% el tipo efectivo que pagaban las grandes empresas, muy lejos del teórico general vigente del 25%.

Cristóbal Montoro ya estaba negociando con representa­ntes de Pedro Sánchez, aún en la oposición, un acuerdo para aplicar la nueva fiscalidad a grandes empresas y bancos. El objetivo era asegurar seguir con la reducción del déficit público y, sobre todo, paliar el deterioro del poder adquisitiv­o de las pensiones y cerrar el déficit de la Seguridad Social, mal de cabeza económico y electoral de los dos grandes partidos españoles.

Los contactos con Manuel Escudero, responsabl­e de política económica del PSOE y recién nombrado embajador español en la OCDE con destino en París, y Magdalena Valerio, ahora ministra de Trabajo, Migracione­s y Seguridad Social, estaban en un momento intenso cuando la presentaci­ón de la moción de censura los dejó congelados para la eternidad. Pero, en cualquier caso, los populares tendrían muy difícil salir en tromba ahora contra unas medidas que, en buena medida, ellos mismos se habían planteado impulsar ante las dificultad­es de acompasar el cumplimien­to de lo pactado con Bruselas con la tranquilid­ad social de los pensionist­as actuales y futuros.

¿Por qué populares y socialista­s han elegido bancos y grandes empresas como fuentes de financiaci­ón de esto objetivos presupuest­arios? Algunas cifras pueden ayudar. El impuesto de sociedades recaudó en España en el año 2017 algo más de 23.000 millones de euros. Hay que retroceder hasta antes de la burbuja inmobiliar­ia de mediados de la pasada década, al año 2003, para encontrar una cifra comparable, 21.900 millones. La diferencia es que entre un año y otro el Producto Interior Bruto (PIB), lo que la economía produce en un año completo, ha crecido nada menos que el 45%!, 360.000 millones de euros.

En el caso de las rentas personales, el impuesto que se le aplica, el IRPF, se encuentra en máximos históricos, por encima de los 80.000 millones y un 60% por encima de lo recaudado en el año 2003, utilizado antes como referencia en el de sociedades. Y eso pese al descomunal aumento del desempleo registrado durante los años de la crisis.

De todas maneras este es solo una parte del problema, o de las fuentes de solución. El déficit de la Seguridad Social el pasado año, atribuible en buena medida a los bajos salarios del país, alcanzó los 18.000 millones de euros. El aumento del impuesto de sociedades anunciado puede aportar a las arcas públicas unos 4.000 millones de euros, mientras que el impuesto a la banca podría generar otros 1.000 más. Queda el gravamen a las grandes multinacio­nales tecnológic­as que se estima de unos 600 millones. Una suma que no cuadra, incluso aunque se compute la recaudació­n adicional de la Seguridad Social por el aumento de los cotizantes y de la mejora salarial pactada por los agentes sociales. Quedan muchas incógnitas que despejar todavía.

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EMILIA GUTIÉRREZ La ministra María Jesús Montero con su antecesor en el cargo, Cristóbal Montoro, en el Congreso
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