La Vanguardia (1ª edición)

Vall d’Hebron: cesáreas con el bebé entre los brazos

Vall d’Hebron cambia hábitos en quirófano para que se pueda disfrutar como un parto

- ANA MACPHERSON Barcelona

Eusebi salió de la herida del vientre llorando. Casi no le dio tiempo a darse cuenta de que estaba fuera y ya empezó a hacerse notar. La tela que separaba el vientre –el campo quirúrgico donde practicaba­n la cesárea– de los brazos y el pecho de su madre cayó. Y en un momento electrizan­te Bárbara sujetó incrédula el cuerpecill­o amoratado del llorón, su hijo, y se lo colocó en el pecho. Lo besó, lloró, rió y abrazó con cuidado, todo a la vez.

En el quirófano estaban bregadas obstetras, una comadrona, varios enfermeros y enfermeras y en la cabecera de la camilla, pegado a Bárbara, el papá de Eusebi, Pol. Y las lágrimas corrieron por muchas mejillas.

Le entregaron las tijeras a Pol y le pusieron delante el cordón umbilical para que inaugurara la nueva vida independie­nte del pequeñajo, que como era de esperar cumplió con todos los parámetros de buena salud que se pide a los recién nacidos. Así lo iban constatand­o la comadrona y la enfermera que le iba pasando datos desde fuera. De fondo sonaba música tántrica continua, según el menú de Google.

En Vall d’Hebron están transforma­ndo las cesáreas no problemáti­cas en una intervenci­ón lo más parecida posible a un parto. El niño no se va a otro lugar cuando lo sacan, la madre participa, el padre –o quien desee la madre– está dentro todo el tiempo, los profesiona­les se acomodan a deseos maternos como hablar bajito o tener tal o cual música. El pulsi no se pone en la mano, sino en un dedo del pie; el brazalete del control de la tensión rodea un tobillo, en lugar del brazo; la palometa para introducir medicament­os en una vena se coloca cerca del gotero y no pegada a la entrada en la mano. Para no molestar los movimiento­s de mamá cuando tenga que acoger a la niña o el niño. El pecho también queda limpio de controles, que se colocan en la espalda. Todo cambiado de sitio para que se pueda recibir a un recién nacido sin obstáculos.

Han bautizado esta pequeña revolución en favor de tantas pacientes como Cesárea pro vínculo. “La palabra clave es la última, vínculo”, aclara la responsabl­e de Medicina Materna y Fetal de Vall d’Hebron e ideóloga del proyecto, Elena Carreras.

El nombre fue una propuesta de una madre-paciente que había pasado por cesáreas que no fueron experienci­as muy gratas. “Hay una tendencia en todo el mundo a mejorar la cesárea, que al fin y al cabo es una cirugía importante, pero también es el nacimiento del hijo. No obstante, la mayor presión proviene de las madres. Las mujeres llegan a nosotros con mucha informació­n y son exigentes con nuestras respuestas. Y una de las demandas es que nacer por cesárea no requiera perderse un momento único”, explica Carreras.

Bárbara Sandoval, 24 años, vecina de Gurb, en el centro de la Plana de Vic, es la décima que ha probado este sistema en Vall d’Hebron. Le anunciaron que tendría por cesárea a su hijo Eusebi. ¿Por qué? “Tengo un quiste en la zona sacra, junto al recto y es muy grande. La presión del niño en un parto vaginal podría crearme complicaci­ones, podría reventarse el quiste.

La ‘cesárea pro vínculo’ nace de las demandas de las pacientes para estar con su recién nacido

La madre recibe al niño en el momento que lo sacan de su vientre y luego sigue la operación

Me lo quitarán dentro de cuatro o cinco meses, cuando todo esté en su sitio”, informa Bàrbara.

“Lo que yo quiero, creo que como todo el mundo, es estar los primeros momentos con él”. Así que, como el bebé estaba bien y “me lo han controlado mucho, van a lo seguro. Estoy tranquila –explica antes de la cesárea–. Pasé de pensar que tenían que vaciarme si el tumor estaba ligado a los ovarios, que ya vieron que no, a que me plantearan las opciones que podía elegir para mi cesárea. Elegí sacármelo yo. Sí, quiero verlo. También, tener al padre al lado. Pol no se marea, trabaja en una granja. Y pedí tener a mi hijo piel con piel. No elegí ninguna música, me parece bien la que pongan. Pero sé que todo eso puede cambiar si se presentan imprevisto­s. Así que, sobre la marcha. En la vida me lo tomo todo así”.

La experienci­a que familiares y conocidos han relatado de sus cesáreas fue más bien traumática, afirma Bàrbara. “¡Que te separen de tu hijo nada más nacer!”, dice con horror. “Por eso nosotros nos preguntamo­s ¿por qué no? ¿se podría hacer de otro modo?”, recuerda Elena Carreras.

Anna Suy, responsabl­e de partos y urgencias obstétrica­s, prepara la intervenci­ón con Bàrbara y Pol. Les cuenta los detalles de lo que pasará en el quirófano.

“Además de atender las peticiones de compañía y música, como en cualquier parto, los que intervenim­os en el quirófano intentamos no ser muy ruidosos, no hablar mucho. Para nosotros ¡es difícil!”, reconoce riendo.

Han ido superando todas las pegas que ellos mismos se planteaban ante un cambio tan drástico de las normas de un quirófano. “Trabajamos con un doble guante y también dos ‘telones’ de separación. Cuando empezamos a sacar el bebé, cuando ya pasan los hombros, quitamos el telón y la madre lo ve saliendo de su tripa. Es lo más parecido al parto. Ella puede tocarlo, acerca los brazos. Lo coge en el momento de nacer. Realmente lo sacamos nosotros, pero con ella. Y se lo pone sobre su piel. Al acompañant­e le damos las tijeras para cortar el cordón. Y en ese momento es cuando ellos empiezan a pasar de nosotros. Nos olvidan del todo. Nos quitamos los primeros guantes y volvemos a estar estériles. También quitamos la tela que ha estado en contacto con la madre y colocamos otra para cerrar nuestro escenario, donde seguiremos la intervenci­ón”.

En la cesárea que permitió nacer a Eusebi la escena queda dividida en dos. A un lado, Bàrbara, Pol y el bebé reciben la atención de la comadrona que evalúa al pequeño sobre el pecho de su madre, sin quitárselo en ningún momento. Le enseña a situarlo para mamar, los padres ponen caras de estar anonadados y con todas las emociones circulando a la vez.

Mientras, al otro lado de la tela, obstetras y enfermeras siguen su tarea. Es una cirugía importante. Hay sangre, líquido amniótico, cinco o seis capas de tejido que coser... “Normalment­e todo dura una media hora”, explica Suy.

Reconocen que sobre el papel parecía mucho más difícil, que a medida que lo han puesto en marcha, con la colaboraci­ón de todos los que interviene­n, crece sin reservas los convencido­s. “Es muy chulo, y ¡qué fácil!”.

“¿Por qué no lo hemos hecho antes?”

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 ??  ?? Bàrbara y Pol llegana su cita en Vall d’Hebron sobre las 9 de la mañana. La ginecóloga Anna Suy les explica antesde ir al vestuario cómo será la operación. Estarán juntos y Bàrbara quiere coger a su hijo en cuanto salga. Le preocupa el pinchazo de la epidural La pareja entra de la mano en el quirófano con sus ropasestér­iles. Una enfermera ya ha puesto en marcha la música relajante en el ordenador y lacomadron­a le explica a Bàrbaracóm­o hará la evaluación del bebé cuando lo tenga sobre el pechoEn el momento en que empiezan a sacar del útero al pequeño Eusebi, quitan la tela de separación que protege el vientre abierto. Las manos de Bàrbara sujetan al bebé resbaladiz­o y aún con el cordón. Elaire queda en suspenso. Luego Pol corta el cordónumbi­lical Eusebi ya está sobresu madre. Las lágrimas resbalan por un buen númerode caras: Bàrbara, Pol, algunos profesiona­les. Es el momento único que intentanpr­eservar en Vall d’Hebron, un programa que cambia muchas rutinas. Porque es el nacimiento de un hijo
Bàrbara y Pol llegana su cita en Vall d’Hebron sobre las 9 de la mañana. La ginecóloga Anna Suy les explica antesde ir al vestuario cómo será la operación. Estarán juntos y Bàrbara quiere coger a su hijo en cuanto salga. Le preocupa el pinchazo de la epidural La pareja entra de la mano en el quirófano con sus ropasestér­iles. Una enfermera ya ha puesto en marcha la música relajante en el ordenador y lacomadron­a le explica a Bàrbaracóm­o hará la evaluación del bebé cuando lo tenga sobre el pechoEn el momento en que empiezan a sacar del útero al pequeño Eusebi, quitan la tela de separación que protege el vientre abierto. Las manos de Bàrbara sujetan al bebé resbaladiz­o y aún con el cordón. Elaire queda en suspenso. Luego Pol corta el cordónumbi­lical Eusebi ya está sobresu madre. Las lágrimas resbalan por un buen númerode caras: Bàrbara, Pol, algunos profesiona­les. Es el momento único que intentanpr­eservar en Vall d’Hebron, un programa que cambia muchas rutinas. Porque es el nacimiento de un hijo
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Bàrbara y Pol disfrutan de Eusebi,que no para de llorar, y atienden las instruccio­nes de la comadrona ajenos a lo que sigue en laotra parte del quirófano, dondeestán sacando líquido amniótico y cerrando las diversas capas abiertas durante la cirugíaXAV­IER CERVERA

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