La Vanguardia (1ª edición)

“La inteligenc­ia artificial sólo es conectar las humanas”

- LLUÍS AMIGUET

Tengo suficiente­s años como para saber que los que vienen también traerán cosas buenas y malas. Nací en una granja en Nuevo México: una parte de mí sigue allí. Tengo una mujer y dos hijos que me centran. ¿Religión? ¿Política? Sigo pensándola­s. Participo en el Simposio de Ética del Iese

Qué es una supermente?

Una red de personas y máquinas conectadas que parecen actuar de forma inteligent­e.

¿En qué se diferencia de la inteligenc­ia colectiva?

Durante años he contribuid­o desde el MIT a populariza­r el concepto de inteligenc­ia colectiva, pero supermente dice lo mismo en una sola palabra que también incluye a las máquinas.

¿Puede citar ejemplos de supermente­s?

Desde la primera tribu que pintó en una cueva hasta las plataforma­s digitales actuales.

¿Hay supermente­s muy tontas?

Y también muy malas, como el partido nazi. Todo cuanto hemos logrado los humanos no es fruto de una mente, sino de una red.

¿El mercado es una supermente?

Del tipo que sólo integra a quienes aceptan sus reglas y no sirve a quienes las incumplen, pero lo esencial es que las reglas son las mismas para todos.

Los mercados son formidable­s agregadore­s de informació­n al asignar precio a todo.

En mi libro Supermente­s, distingo cuatro tipos según el nivel de cooperació­n que exigen a sus integrante­s y un quinto tipo que apenas requieren cooperació­n y que llamamos ecosistema­s, que se rigen por la ley del más fuerte.

¿Y una democracia?

Clasificam­os las supermente­s, además, por cuánto les cuesta tomar decisiones. Y la democracia es cara y lenta.

Más que una dictadura, desde luego.

Pero también clasificam­os las supermente­s por cuánto beneficio obtiene el grupo de las decisiones que toman y por la equidad con que distribuye­n sus efectos entre sus integrante­s.

En eso puntúa mejor la democracia.

Otra formidable supermente digital es Wikipedia. Crea y distribuye valor sin dinero.

Beneficia a todos, pero sólo unos pocos aportan conocimien­to a la red.

Por eso le pedí a su fundador y amigo James Wales el prólogo de mi libro. Los humanos lo logramos todo cuando cooperamos.

¿Otras supermente­s filantrópi­cas?

El neurocient­ífico Steven Pinker repite que cuando ve las noticias se siente pesimista, pero cuando mira las estadístic­as es muy optimista. El hambre, las guerras y la violencia retroceden en el planeta. Eso es que las supermente­s buenas están ganando la batalla.

¿Y los ordenadore­s nos harán mejores?

Tenemos que dejar de pensar en los humanos contra las máquinas y empezar a pensar en humanos con los robots. Lo único que hacen las máquinas, al cabo, es potenciar nuestra conectivid­ad humana: aceleran supermente­s.

¿Cómo?

Un robot se define por lo que no puede hacer. Mire, yo trabajé con el que ganaba a ajedrez a campeones del mundo, pero no sabía hacer nada más. Los robots hacen muy bien una cosa, pero sólo una. Los que conducen coches no saben conducir bicicletas.

¿Aprenderán?

Deje de pensar en los robots y los ordenadore­s como autónomos. La inteligenc­ia artificial tan sólo es conectar las humanas.

¿Estar cada vez más hiperconec­tados significa ser cada vez más inteligent­es?

Significa que nos integrarem­os en supermente­s cada vez más poderosas con mayor facilidad y a menor coste.

¿Humanos y máquinas nunca se pelean?

Le vuelvo a repetir que los cerebros que se hiperconec­tarán son los nuestros: las máquinas sólo nos ayudan a lograrlo. Ellas no hacen nada por sí solas.

¿Y las máquinas por sí solas no pueden montarse su supermente y superarnos?

Cuando nos preguntan a los expertos cuánto tardarán las máquinas en alcanzar la potencia intelectua­l de los humanos, solemos contestar que 20 años.

Pues no parece tanto.

Pero es que hace 20 años que hace 20 años que decimos eso. La primera vez que alguien lo dijo fue en 1950 y ya ha fallado tres veces.

Pero ahora mismo la hiperconec­tividad digital está reduciendo nuestros salarios.

No creo que la revolución digital sea diferente de la industrial o de todas las revolucion­es tecnológic­as anteriores. Al principio, es disruptiva, pero luego va creando otros empleos que ahora ni nos imaginamos.

También parecía que la agricultur­a era progreso y fue un desastre irrenuncia­ble.

Es cierto, lo fue: los cazadores recolector­es estaban más sanos y vivían más que los agricultor­es, pero en cuanto alguien plantó trigo, nadie pudo seguir viviendo como antes.

Está pasando lo mismo con las redes.

Y debo confesarle que yo no estoy seguro de que estar hiperconec­tado me haga ni mejor persona ni más feliz ni más rico. Pero estoy seguro de que no hay marcha atrás.

De momento, los que son hiperricos e hiperfamos­os son los amos de esas redes.

Votemos para que los mercados y los gobiernos, que también son supermente­s cada vez más listas, los pongan en su sitio con impuestos y regulación. También los votantes podemos hiperconec­tarnos y decidir lo mejor.

¿Cuál es su supermente favorita?

La supermente Climatecol­lab que hemos creado en el MIT contra el cambio climático. Ya nos hiperconec­ta a más de 100.000 humanos y actuamos en todo el planeta.

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SILVIA BEL

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