El Valle de los Caídos, búnker del franquismo
Mediodía del 18 de julio. El sol pica, y mucho, en el frondoso valle de Cuelgamuros, en San Lorenzo de El Escorial (Madrid). Seis coches y un autobús con 27 turistas extranjeros hacen cola para entrar al Valle de los Caídos. No hay mucha gente para una fecha tan señalada para algunos, aunque a medida que pasa el día aumenta el flujo. “Vinieron más personas el domingo 15, y este año se han acercado más por la movida que hay con la tumba”, explica escueto un vigilante. Cinco minutos escasos de espera para pagar los 9 euros por persona (4 para determinados grupos) que cuesta el acceso al monumento de Patrimonio Nacional y que gestiona la orden de los benedictinos. Curioso que el hecho de que no se pueda acceder a la cruz de 150 metros de altura, símbolo indiscutible de este macroproyecto ideado por Franco, ni al funicular, por problemas de derrumbe y falta de mantenimiento, no reduzca el precio. Más de dos millones de euros al año sólo por las entradas, según datos de Patrimonio Nacional.
Algunos se quejan del coste de la entrada, especialmente los turistas españoles (la mayoría). Aunque hay a quienes les importa poco porque su objetivo es sólo uno, visitar la enorme basílica que recibió las bendiciones del papa Juan XXIII en 1960. Y, por encima de todo, la tumba del dictador Francisco Franco. También, aunque en menor proporción, la del fundador de la Falange Española, José Antonio Primo de Rivera.
“Voy a celebrar el día de la victoria, porque puede ser el último”, clama exaltado un hombre que se acerca a los 50 años, con pulsera con los colores de la bandera de España. Muy digno, aunque equivocado. El día de la victoria, como él dice, es el 1 de abril. Pero los dos chavales, que apenas sí habrán cumplido los 18 años, que están próximos a él y que le sonríen con complicidad no le sacan del error,. El 18 de julio es el día del alzamiento militar contra el gobierno democrático de la República. Posiblemente, no lo sepan. Visten camisetas de la Falange, aunque también es posible que crean que esos dibujos y siglas son símbolos franquistas. Franco y José Antonio en uno. ¡Las vueltas que da la historia!
De historia poco se puede aprender en la basílica, por lo menos no de la Historia con mayúsculas, aunque sí, mucho, sobre el franquismo. Porque en este impresionante complejo, proyectado exclusivamente para honrar a los caídos de un bando, no hay ninguna referencia a la otra España. Ni una, frente a los muchos escudos del águila y menciones a los caídos “por Dios y por la patria”.
Accedemos a la basílica. Los chavales con las camisetas de la Falange deben dejar la bandera española que llevan en la mano al pasar el arco de seguridad. Está doblada, por lo que no se ve si es la constitucional o la franquista. No son los únicos. Otros han hecho lo propio. No podrán hacerse una foto junto a la tumba de Franco, que es lo que buscan. Una señora vestida con blusa roja, pantalón amarillo y sandalias rojas (aquí nada es casual) les pregunta dónde han comprado las camisetas de José Antonio. “Al lado de la Mezquita”, señalan. Bromas de la vida.
La basílica, inaugurada por Franco en 1959 como reza una inscripción nada más entrar, tiene una sombría galería con sus correspondientes capillas, en homenaje a las patronas de casi cada uno de los ejércitos. O a la Virgen de África, “en recuerdo de la iniciación de la guerra”. En castellano y en inglés. “Este espacio es angustioso. No sé por qué, pero oprime”, señala Sergio Crespo, de 21 años, quien ha