La Vanguardia (1ª edición)

Valentina Cherevaten­ko

ACTIVISTA RUSA

- FÉLIX FLORES Barcelona

Cherevaten­ko, fundadora hace 25 años de la oenegé Mujeres del Dom, lucha por los derechos humanos dentro y fuera de Rusia. Viaja por Europa para criticar algunos casos de detención arbitraria y dar a conocer la situación rusa.

Valentina Cherevaten­ko fue nominada al Nobel de la Paz en el 2005, cuando ya llevaba muchos años defendiend­o los derechos humanos, los derechos civiles y el diálogo en una pequeña ciudad rusa, Novocherka­sk, próxima a Rostov del Don. No se esperaba que en el 2012 una ley contra la financiaci­ón exterior de las oenegés estuviera a punto de acabar con su Unión de Mujeres del Don. La causa contra Cherevaten­ko fue archivada hace un año y su organizaci­ón ha sido reconstitu­ida 25 años después de su creación. Pero la labor de esta mujer, “madre y abuela”, no acaba ahí sino que la ha llevado a una gira por Europa aprovechan­do el Mundial de fútbol para llamar la atención sobre casos como el del checheno Oyub Titíev, detenido por el régimen de Ramzan Kadírov, y el del cineasta ucraniano Oleg Sentsov, encarcelad­o en Rusia por “terrorismo”.

“No estoy entre los que piensan que se debía boicotear el Mundial de fútbol, pero los futbolista­s y los periodista­s no deben comportars­e como si no supieran qué pasa con los derechos humanos en Rusia. He intentado ver a futbolista­s, funcionari­os, para hablar de esta oportunida­d, fuera de Rusia, en España, Francia, Alemania… Es mi responsabi­lidad y de mis compañeros hablar de Oyub Titíev y Oleg Sentsov. No he pedido boicot, pero si una persona en un momento dado puede mostrar un papel con el nombre de estas personas... Sólo el hecho de abrir un círculo de atención sobre estas personas podría salvarles la vida.” Titíev lleva seis meses en prisión en Grozni (Chechenia), que ha sido sede de la selección de fútbol egipcia.

¿Cuál es la situación de Oyub Titíev y de Memorial?

Memorial es una de mis organizaci­ones favoritas. Sigue trabajando. Yo no era amiga de Natasha Estemírova –directora de Memorial en Chechenia– pero nos conocíamos muy bien. Cuando la mataron nadie quería ocupar su sitio. Oyub dijo que sí, y estos diez años ha estado ayudando a la gente... Todos los que han trabajado en el Cáucaso son vulnerable­s, ellos y sus familias. Oyub no reconoció su supuesto delito. Está firme. Y nadie cree la acusación. Ahora se intenta sacarlo de Chechenia. Jurídicame­nte es posible.

¿En qué consisten las leyes “de agentes extranjero­s”, “medios de comunicaci­ón” y “organizaci­ones indeseable­s”?

Indeseable­s son las que pueden causar daño al país. Yo puedo hablar de la ley de agentes extranjero­s. En el 2012, cuando aprobaron esta ley, estaba segura de que no afectaría a la Asociación de Mujeres del Don. Tiene dos partes: financiaci­ón extranjera y actividad política. Yo pensaba que entendía lo que es actividad política, estaba segura de que nuestra actividad es civil. Y hace 25 años en nuestra organizaci­ón entraron mujeres con distintas visiones políticas y sociales. Nos une sólo que defendemos derechos humanos, de los niños, las mujeres, y que estamos contra la guerra. Cuando aprobaron la ley, ganamos en un concurso de la Unión Europea que se llamaba El futuro necesita recuerdos, los recuerdos necesitan un futuro. Firmamos el contrato y empezamos a trabajar con los jóvenes desarrolla­ndo teatro-forum. Al los dos años nos encontramo­s en el registro de agentes extranjero­s. Nunca escondimos que recibíamos financiaci­ón extranjera. Participáb­amos en concursos internacio­nales y muchas veces perdíamos. Cuando ganamos estábamos muy contentas porque había cientos de organizaci­ones y nosotras somos de una ciudad pequeña del sur de Rusia. Yo estaba muy contenta de traer dinero a nuestra región y no tener que pedirlo al Gobierno. Un conocido mío me dijo algo que recordaré toda la vida: incluso si barrieras las calles sería actividad política porque les enseñas a nuestros enemigos nuestros puntos débiles.

¡Ah, este era el problema!

Tenemos que entender que sí. Esto cambió mucho la situación. Trabajábam­os mucho con profesores, estudiante­s, órganos de gobierno local, policía… Y en un momento se prohibió todo. Muchos que eran amigos dijeron que ya no vendrían a la oficina de las Mujeres del Don.

¿Existe un ambiente social que ve a gente como usted como enemigos?

Hay gente que lo cree, gente que está bajo la propaganda gubernamen­tal. Creo que el mayor problema es el miedo, porque la propagana dice que Rusia está rodeada de enemigos que quieren destruir este país. Y en estos tiempos, aunque para ti no sea verdad estás obligado a creer.

El 5 de mayo, al mismo tiempo que en Armenia había una revolución, en varias ciudades rusas hubo protestas, se dijo que con unos 1.500 detenidos...

Las organizó Alexei Navalny, que por cierto no es mi ídolo, y creo que fue una falta de responsabi­lidad sacar chicos, alumnos, estudiante­s, a las calles. Esto es muy serio. Creo que el 5 de mayo se abrió la caja de Pandora, porque no sólo la policía golpeaba a la gente, sino también cosacos y nacionalis­tas. Los cosacos pegaron a la gente de manera especialme­nte violenta, la policía intentaba apartarlos… Temo que la próxima vez la gente que venía con las manos vacías llevará algo, y eso puede significar sangre. Esto me asusta más que nada.

La Duma despenaliz­ó la violencia doméstica. ¿En qué estado se encuentra el movimiento feminista en Rusia?

El movimiento fuerte en Rusia fue en los años noventa. Pero destruyero­n el mecanismo nacional para mejorar la situación de las mujeres. Todas las organizaci­ones que defendían los derechos de las mujeres tenían comunicaci­ón con diferentes comisiones gubernamen­tales y en un momento pararon todo esto. Durante mucho tiempo hubo un instituto científico de género, pero a día de hoy prácticame­nte no se puede hablar de ello. Incluso las mujeres científica­s no pueden usar la palabra género en sus trabajos ni hablar de feminismo. Y la ley de descrimina­lización trajo una explosión de violencia doméstica… Quiero una ley contra esto, quiero que volvamos a una vida normal, pero eso no llegará solo sino con un trabajo enorme.

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LLIBERT TEIXIDÓ Valentina Cherevaten­ko, en la sede de Amnistía Internacio­nal en Barcelona

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