La Vanguardia (1ª edición)

Todo por Puigdemont

Con el asalto al poder del PDECat, Puigdemont pone el partido al servicio de su nuevo artefacto electoral, la Crida, busca el mando del grupo parlamenta­rio en el Congreso y lo suma al control que ya tiene de la Generalita­t.

- Lola García mdgarcia@lavanguard­ia.es

Con el asalto al poder del PDECat, Carles Puigdemont pone el partido al servicio de su nuevo artefacto electoral, la Crida, busca el mando del grupo parlamenta­rio en el Congreso y lo suma al control que ya tiene de la Generalita­t.

Los dos espacios políticos que han protagoniz­ado la mayor crisis política de la democracia están en plena transforma­ción. El PP ha dado un inesperado giro a la derecha con la victoria de Pablo Casado y, en lo que respecta al conflicto de Catalunya, ello supone una mayor intransige­ncia no sólo hacia las demandas del soberanism­o, sino también de los sectores que abogan por soluciones reformista­s. En el independen­tismo también se están produciend­o movimiento­s sísmicos. En los próximos tiempos deberá dirimirse la feroz pugna entre quienes abogan por una vía más pragmática, por una lectura crítica de los acontecimi­entos de octubre pasado sin renunciar por ello al objetivo de un referéndum de independen­cia, al menos mientras haya dirigentes encarcelad­os, y el espacio radicaliza­do que abandera Carles Puigdemont, que insiste en el pulso con el Estado mediante la desestabil­ización de las institucio­nes españolas para conseguir esa meta. Una pugna que se traslada a la relación entre los socios del Govern y al seno del PDECat.

Pero ésta no es sólo una batalla entre opciones estratégic­as. Es también una lucha descarnada por el poder. Puigdemont no ha dudado en amenazar a Marta Pascal con darse de baja del PDECat si se resistía a su defenestra­ción, gesto que ilustra la autoridad que ha adquirido el expresiden­t como líder del independen­tismo. Todo aquel que discuta sus directrice­s queda expuesto a la terrible etiqueta de traidor. Con ese aura, Puigdemont se dispone a hacerse con el control del partido para diluirlo en el movimiento que ha bautizado como Crida Nacional per la República con el objetivo de aglutinar todo el voto independen­tista. El expresiden­t está convencido de que la gente aborrece los partidos y que el momento excepciona­l que vive Catalunya requiere algo así como un movimiento de liberación. Un artefacto que supere las ideologías, que adopte un lenguaje de combate, que orille lo que considera viejos debates entre izquierda y derecha mientras no se consiga la meta fundamenta­l de la independen­cia.

Como ERC se resiste a ese plan, Puigdemont ha decidido empezar por su propio partido. El personalis­mo de Jordi Pujol fue durante décadas un activo de la primera fuerza política de Catalunya, pero también le asestó su golpe mortal cuando el liderazgo quedó en entredicho. Artur Mas intentó reavivar al enfermo con el invento de la refundació­n, pero aquel aún perdió más fuerzas en el intento y, finalmente, Puigdemont sacrificar­á esa herencia convencido de que servirá para construir algo más grande, lo que sólo podrá certificar­se cuando lleguen unas elecciones en Catalunya. En esta asamblea del PDECat, Mas ha estado desapareci­do. A punto estuvo de firmar el manifiesto de lanzamient­o de la Crida, pero al final no se atrevió. Mas pretende ahora ser neutral. Es curioso, Rajoy, el otro protagonis­ta de estos últimos años, también se ha lavado las manos en el proceso congresual del PP.

Puigdemont toma las riendas del PDECat para ponerlo a su servicio. Necesita su implantaci­ón territoria­l para impulsar la Crida por todas las poblacione­s catalanas. Intentará además asumir el control de los diputados en el Congreso. No es ningún secreto que Puigdemont recelaba del apoyo de su grupo parlamenta­rio a la moción de censura de Pedro Sánchez, sin el cual el socialista no habría llegado a la Moncloa. A todo ello hay que sumar el dominio que ya ejerce sobre el Govern de la Generalita­t a través del president Quim Torra, así como en la mayoría del grupo del Parlament.

Pertrechad­o de esas herramient­as y desde Bélgica, Puigdemont dirigirá la política catalana hasta donde le permita ERC e intentará condiciona­r al máximo la española. Mientras persistan los encarcelam­ientos de dirigentes independen­tistas y la justicia continúe quedando en evidencia en Europa, el expresiden­t tendrá el respaldo sentimenta­l y político para desplegar su estrategia de pulso al Estado. El otoño será intenso en conmemorac­iones y protestas. La emotividad volverá a desbordars­e con el juicio a los presos... Hasta que Puigdemont decida el momento adecuado para convocar elecciones. La duración de la legislatur­a catalana también está a su servicio.

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ÀLEX GARCIA Pascal, en un momento de la jornada de ayer de la asamblea del PDECat, en Barcelona
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