Todo por Puigdemont
Con el asalto al poder del PDECat, Puigdemont pone el partido al servicio de su nuevo artefacto electoral, la Crida, busca el mando del grupo parlamentario en el Congreso y lo suma al control que ya tiene de la Generalitat.
Con el asalto al poder del PDECat, Carles Puigdemont pone el partido al servicio de su nuevo artefacto electoral, la Crida, busca el mando del grupo parlamentario en el Congreso y lo suma al control que ya tiene de la Generalitat.
Los dos espacios políticos que han protagonizado la mayor crisis política de la democracia están en plena transformación. El PP ha dado un inesperado giro a la derecha con la victoria de Pablo Casado y, en lo que respecta al conflicto de Catalunya, ello supone una mayor intransigencia no sólo hacia las demandas del soberanismo, sino también de los sectores que abogan por soluciones reformistas. En el independentismo también se están produciendo movimientos sísmicos. En los próximos tiempos deberá dirimirse la feroz pugna entre quienes abogan por una vía más pragmática, por una lectura crítica de los acontecimientos de octubre pasado sin renunciar por ello al objetivo de un referéndum de independencia, al menos mientras haya dirigentes encarcelados, y el espacio radicalizado que abandera Carles Puigdemont, que insiste en el pulso con el Estado mediante la desestabilización de las instituciones españolas para conseguir esa meta. Una pugna que se traslada a la relación entre los socios del Govern y al seno del PDECat.
Pero ésta no es sólo una batalla entre opciones estratégicas. Es también una lucha descarnada por el poder. Puigdemont no ha dudado en amenazar a Marta Pascal con darse de baja del PDECat si se resistía a su defenestración, gesto que ilustra la autoridad que ha adquirido el expresident como líder del independentismo. Todo aquel que discuta sus directrices queda expuesto a la terrible etiqueta de traidor. Con ese aura, Puigdemont se dispone a hacerse con el control del partido para diluirlo en el movimiento que ha bautizado como Crida Nacional per la República con el objetivo de aglutinar todo el voto independentista. El expresident está convencido de que la gente aborrece los partidos y que el momento excepcional que vive Catalunya requiere algo así como un movimiento de liberación. Un artefacto que supere las ideologías, que adopte un lenguaje de combate, que orille lo que considera viejos debates entre izquierda y derecha mientras no se consiga la meta fundamental de la independencia.
Como ERC se resiste a ese plan, Puigdemont ha decidido empezar por su propio partido. El personalismo de Jordi Pujol fue durante décadas un activo de la primera fuerza política de Catalunya, pero también le asestó su golpe mortal cuando el liderazgo quedó en entredicho. Artur Mas intentó reavivar al enfermo con el invento de la refundación, pero aquel aún perdió más fuerzas en el intento y, finalmente, Puigdemont sacrificará esa herencia convencido de que servirá para construir algo más grande, lo que sólo podrá certificarse cuando lleguen unas elecciones en Catalunya. En esta asamblea del PDECat, Mas ha estado desaparecido. A punto estuvo de firmar el manifiesto de lanzamiento de la Crida, pero al final no se atrevió. Mas pretende ahora ser neutral. Es curioso, Rajoy, el otro protagonista de estos últimos años, también se ha lavado las manos en el proceso congresual del PP.
Puigdemont toma las riendas del PDECat para ponerlo a su servicio. Necesita su implantación territorial para impulsar la Crida por todas las poblaciones catalanas. Intentará además asumir el control de los diputados en el Congreso. No es ningún secreto que Puigdemont recelaba del apoyo de su grupo parlamentario a la moción de censura de Pedro Sánchez, sin el cual el socialista no habría llegado a la Moncloa. A todo ello hay que sumar el dominio que ya ejerce sobre el Govern de la Generalitat a través del president Quim Torra, así como en la mayoría del grupo del Parlament.
Pertrechado de esas herramientas y desde Bélgica, Puigdemont dirigirá la política catalana hasta donde le permita ERC e intentará condicionar al máximo la española. Mientras persistan los encarcelamientos de dirigentes independentistas y la justicia continúe quedando en evidencia en Europa, el expresident tendrá el respaldo sentimental y político para desplegar su estrategia de pulso al Estado. El otoño será intenso en conmemoraciones y protestas. La emotividad volverá a desbordarse con el juicio a los presos... Hasta que Puigdemont decida el momento adecuado para convocar elecciones. La duración de la legislatura catalana también está a su servicio.