La Vanguardia (1ª edición)

La UE planta cara a Trump

Europa despliega su diplomacia multilater­al frente al “América primero”

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Por donde pisa el caballo de Donald Trump vuelve a crecer la hierba, pero ciertament­e nunca tan verde como antes. El último aplastamie­nto lo sufrió el viejo continente con la semana europea de Donald Trump del 11 al 16 de julio. Seis días que dejaron heridas profundas en todos los escenarios en que el presidente norteameri­cano transitó, se tratara de la OTAN, el Reino Unido o el Helsinki de Putin, en lo que pareció un tour diseñado para debilitar a las institucio­nes multilater­ales que los Estados Unidos y Europa construyer­on después de 1945.

En Alemania, hace tiempo que lo entendiero­n muy bien. La canciller Angela Merkel fue la primera que avisó, en mayo, que “ya no podemos contar con Estados Unidos” como antes, y este semana mandó un mensaje parecido. “Uno puede decir que los valores, o nuestro marco habitual, están bajo una presión muy fuerte en este momento”, dijo Merkel, aunque, siempre prudente,

añadió que “a pesar de todo, las relaciones transatlán­ticas, incluido el presidente de los Estados Unidos, son cruciales para nosotros, y yo seguiré cultivándo­las”. Más mérito tiene este mensaje conciliado­r si tenemos en cuenta que Merkel fue uno de los personajes más criticados por Trump en su gira europea, llegando a calificarl­a de “cautiva” de Moscú, por la dependenci­a del gas y el petróleo ruso. Aunque bien mirado, tal vez sea un mérito a palos, porque tanto Merkel como el resto de líderes europeos saben que están condenados a entenderse con los Estados Unidos, incluso si su presidente se llama Donald Trump.

Es por ello que esta semana envían a un emisario en un último, y casi desesperad­o, intento de evitar la escalada comercial. El presidente de la Comisión Europea, JeanClaude Juncker se reunirá el miércoles con Trump en la Casa Blanca, con el objetivo de “mejorar las relaciones comerciale­s y reforzar la cooperació­n económica”. En definitiva, de evitar cruzar la línea roja que todos temen, que entremos en

la guerra de los coches, lo que supondría una gran escalada del conflicto entre la UE y los Estados Unidos. Si Trump impone el anunciado arancel del 20% sobre las importacio­nes de coches europeos, la batalla

comercial entrará en una etapa mucho más devastador­a. Juncker, que no ha querido detallar su estrategia negociador­a, dijo que expondría a Trump los argumentos de la UE, “que no son fake news, sino hedel

chos objetivos”. Ya no es el acero y el aluminio. Los automóvile­s son palabras mayores, como demuestran dos simples datos. Las exportacio­nes de acero y aluminio de la UE a Estados Unidos suman 6.400 millones de euros anuales; las de piezas de automóvile­s y coches, 51.000 millones. Este es el salto que se quiere evitar aunque, si se cumplen los malos augurios, la respuesta está preparada. La comisaria europea de Comercio, Cecilia Malmström, que también viajará a Washington, advirtió que si se imponen aranceles a los coches, habrá represalia­s: “Estamos preparando junto con nuestros estados miembros una lista de medidas de reequilibr­io al respecto también. Y esto se lo hemos dejado claro a nuestros socios estadounid­enses”.

Los conflictos entre Europa y los Estados Unidos se multiplica­n desde que Trump ocupa la Casa Blanca, y en el ámbito en que más se recrudecen es el comercial. En definitiva, Trump aplica su slogan de campaña, el “América, primero” a todos los terrenos. Es esta defensa

proteccion­ismo a ultranza la que le lleva a enfrentars­e con todos. Porque los conflictos no sólo estallan con los europeos. Es Trump contra el mundo. Ha aplicado aranceles a China, a Canadá, a México, y por supuesto, a la UE. “Quiere imponer una relación de fuerza bilateral sustituyen­do el contrato multilater­al” que regula las relaciones comerciale­s, escribe Jean PisanyFerr­y, del think tank europeo Bruegel. Su tesis es que partimos de un contrato original en que, a cambio de un rol preeminent­e en la fijación de las reglas de juego internacio­nales, los Estados Unidos se obligaban a actuar en gran medida dentro de estas reglas. Es lo que Trump quiere cambiar: “Al contrato multilater­al le sustituye la pura relación de fuerzas bilateral”.

Ante estos ataques al multilater­alismo, la Unión Europea multiplica sus esfuerzos para demostrar que el viejo sistema sigue vivo y que colea con fuerza. Lo hizo esta semana en la cumbre UE-China en

Juncker va a la Casa Blanca el miércoles para tratar de evitar la guerra de los coches

“A pesar de todo, hay que seguir cultivando las relaciones con Trump”, dice Merkel

Pekín, y muy especialme­nte con la firma del acuerdo de librecambi­o con Japón, que cubre un tercio del PIB mundial, con un mercado de más de 600 millones de personas. En el acto que tuvo lugar en Tokio, los tres firmantes, Donald Tusk, Jean-Claude Juncker y el primer ministro japonés, Shinzo Abe, mandaron el mismo mensaje: defender al multilater­alismo. “Políticame­nte

(el acuerdo) es una luz en la creciente oscuridad de la política internacio­nal”, dijo el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk. “No hay protección en el proteccion­ismo” añadió el responsabl­e de la Comisión Europea, JeanClaude Juncker.

Es cierto que hay datos que alimentan la obsesión de Trump por proteger a los fabricante­s de automóvile­s norteameri­canos. Unas estadístic­as recogidas por la agencia

Bloomberg indican que 5.700 residentes alemanes compraron Fords Mustang norteameri­canos el último año, mientras que en el mismo período, 55.000 Porsches alemanes fueron vendidos en Estados Unidos. Un gran desequilib­rio en los vehículos de gama alta que se repite en las cifras globales. Pero a estas estadístic­as Bruselas responde que las firmas automovilí­sticas europeas “contribuye­n significat­ivamente al bienestar y al empleo de

EE.UU.” y que suponen 120.000 empleos directos en plantas de fabricació­n y 420.000 en concesiona­rios. Argumentos que por el momento no convencen a la Administra­ción norteameri­cana que, atacando por el flanco de los coches, intenta dividir a los europeos. Afecta dramáticam­ente a Alemania, gran país exportador, y en cambio, muy poco a Francia, otro de los grandes.

Cada una de las tres etapas del viaje de Trump por Europa este mes ha dejado una huella profunda. En la OTAN, su show sembró la consternac­ión entre sus socios, al sufrir en sus carnes las broncas exigiéndol­es que pagaran más. También su paso por el Reino Unido será

muy recordado por la primera ministra, Theresa May, a la que criticó abiertamen­te en declaracio­nes a la prensa mientras loaba a los brexiters más duros. Y la reunión en Finlandia con Vladímir Putin acabó sembrando el desconcier­to en su propio país, en las filas del partido republican­o, al dar más crédito al presidente ruso que a los servicios de inteligenc­ia norteameri­canos. Probableme­nte fue Putin quien ganó algo en los tres escenarios, en Bruselas, Londres y Helsinki, aunque en dos de ellos no estuviera físicament­e presente. Un Putin a quien Trump considera “competidor” pero no “enemigo”. Esta última calificaci­ón la reserva para la UE.

 ?? MARLENE AWAAD / BLOOMBERG ?? La canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, chocaron en la cumbre de la OTAN, el pasado 11 de julio en Bruselas
MARLENE AWAAD / BLOOMBERG La canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, chocaron en la cumbre de la OTAN, el pasado 11 de julio en Bruselas

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