Muerte en el nido de las águilas
El santuario de la Mare de Déu de Foix está encaramado en un risco, de tal suerte que el Diario de Barcelona dijo que era un nido de águilas. El 6 de agosto de 1892, el párroco de la iglesia, José Pallardó i Junyent, fue asesinado por un grupo de hombres y mujeres que simularon una romería para ganarse la confianza del cura. El móvil fue el robo: los ladrones se llevaron siete pesetas. Cuatro años después, a los culpables del crimen los ajusticiaron en Vilafranca del Penedès.
El rastro de este asesinato puede encontrarse en el libro Crims a la Catalunya del Segle XIX, de Manuel Bofarull (Cossetania, 2008). Josep Pallardó llevaba 40 años como rector del santuario cuando su cuerpo fue encontrado en la sacristía. Según la noticia del Diario de Barcelona, “tenía fuertes ligaduras en las manos y en los pies”.
La investigación llevó hasta un matrimonio del pueblo, que se había conchabado con cinco vecinos de El Vendrell. A fin de entrar en el recinto, simularon una romería: subieron a pie al monasterio portando cirios y con el hijo de uno de los matrimonios, y le dijeron a Pallardó que querían hacer una ofrenda a la Virgen porque el crío estaba enfermo. El rector les dejó pasar y cuando estaba colocando los cirios ante el altar dos hombres que permanecieron agazapados fuera entraron y lo golpearon hasta dejarlo sin sentido. Luego lo llevaron a la sacristía y lo ataron. Acabó asfixiado. La causa del asesinato fue simplemente el robo. En primera instancia, los asaltantes sólo encontraron una caja, que forzaron y en la que había un magro botín: siete pesetas. Sin embargo, Bofarull añade que uno de los miembros de la banda volvió al día siguiente y encontró 4.000 pesetas más.
El juicio y la ejecución se detalla en un curioso volumen escrito por Tomás Caballé y Clos, llamado La criminalidad en Barcelona y reeditado varias veces. Caballé fue cronista judicial y luego abogado. Asistió a las sesiones en el que el jurado consideró culpables de robo con homicidio a cuatro personas, tres hombres y una mujer, a los que definió como “reos confesos y gente de campo, sin ninguna cultura, pero muchísima malicia”. El 21 de enero de 1896, La Vanguardia informó que el cuarteto fue sacado de la cárcel de Barcelona y llevados en tren a Vilafranca del Penedès. A las ocho de la mañana del día siguiente, se les condujo al patíbulo, ubicado en la carretera de Igualada a Sitges.
Caballé relata como la mujer ejecutada, Teresa Penas, subió al cadalso en un mar de lágrimas, suplicando: “No em mateu”. En su libro, hace un vibrante alegado contra la pena de muerte, y critica que unas 20.000 personas siguieran el macabro espectáculo en lo que parecía “una fiesta grande”, con “alegría y bullicio en todas partes”.
El rector de Torrelles de Foix fue asesinado en agosto de 1892 para robarle siete pesetas