La Vanguardia (1ª edición)

Si los alcaldes gobernaran

La relevancia de los alcaldes globales parece haber menguado en estos tiempos de populismo. Y, sin embargo, nunca ha sido más necesario el liderazgo de las ciudades, ya que son ellas los que atienden los problemas reales de las personas.

- BLUES URBANO Miquel Molina

Hay conjeturas más o menos afortunada­s. Algunas resisten el paso del tiempo y otras, no. Es de agradecer, en cualquier caso, que haya teóricos que sean capaces de volver sobre sus propias afirmacion­es para rectificar­las, una vez se ha comprobado que eran erróneas.

Algo muy parecido a eso es lo que ha hecho el analista Richard

Florida en su libro The New Urban Crisis (Basic Books, 2017), donde critica su propia apuesta por las clases creativas como panacea para el desarrollo de las modernas sociedades urbanas. “Mi aproximaci­ón a la cuestión de las ciudades empezó a cambiar –admite–. Me dí cuenta de que había sido demasiado optimista al creer que las ciudades y las clases creativas podían, por sí mismas, propiciar un urbanismo mejor y más inclusivo”.

Asume Florida, después de las muchas críticas recibidas, que la llegada a determinad­os barrios de profesiona­les de la tecnología, profesores de universida­d, artistas, escritores o arquitecto­s acaba causando un efecto perverso: la expulsión de los vecinos con menos renta, incapaces de asumir el encarecimi­ento de la vivienda. Su catálogo de remedios para este problema incorpora medidas más apropiadas para las disgregada­s y desatendid­as urbes de EE.UU. que para las europeas, más densas y mejor dotadas de cobertura social.

Pero sí incide en una idea que es válida para cualquier país: hay que establecer lobbies de ciudades que presionen a los gobiernos para la adopción de políticas (sobre todo de regulación del mercado de la vivienda) “más pragmática­s y menos partidista­s”. Incluso apunta que habría que crear ministerio­s de las Ciudades.

Estas propuestas convergen con las que formuló en su día el investigad­or Benjamin R. Barber, el autor del muy vigente If mayors ruled the world (si los alcaldes gobernaran el mundo), traducido al catalán por Arcàdia. Recordemos que Barber fue el autor de la idea de crear un parlamento global de alcaldes, constituid­o hace tres años en La Haya y que organiza en otoño una cumbre mundial de ciudades en Bristol.

Pero, más allá de sus buenas intencione­s, no parece que este parlamento se haya erigido en un actor político relevante. Su perfil es tan bajo como el de las diversas organizaci­ones que agrupan a las ciudades globales. Corren malos tiempos para las políticas que inciden directamen­te en la vida de la ciudadanía. El discurso político imperante es el populismo, que hunde sus raíces en sentimient­os conservado­res de pertenenci­a a una comunidad nacional y que recela del carácter modernizad­or y descreído de la ciudad. Los líderes más aclamados de hoy se dedican sobre todo a excitar las emociones de sus votantes, en lugar de a aportar soluciones a los problemas reales.

Sin embargo, amenazas como la expulsión de los vecinos por el turismo o por la revaloriza­ción de los barrios rehabilita­dos requieren de respuestas urgentes por parte de los alcaldes. En este contexto se situaría la iniciativa a favor de una vivienda asequible que esta semana ha liderado ante Naciones Unidas la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, en representa­ción de sus colegas de Nueva York, Madrid, París, Berlín o Amsterdam.

Pese a tener una autonomía limitada, las ciudades, cuando se unen, pueden ejercer una presión efectiva sobre las grandes corporacio­nes. Se ha comprobado en el caso de Airbnb, que se ha visto obligada a hacer concesione­s a medida que se ampliaba el frente de metrópolis movilizada­s contra los alquileres ilegales.

Distraídos como estamos viendo cómo el populismo busca enemigos donde no los hay, la gentrifica­ción se consolida como una amenaza mayor tanto para los vecinos afectados como para el conjunto de la ciudadanía: sin equilibrio social no hay progreso ni convivenci­a posible. Volviendo a Florida: “Si no hacemos nada, la crisis urbana de hoy se agravará. La grieta entre los ganadores del el ganador se lo lleva todo yel resto se hará aún más grande”.

mmolina@lavanguard­ia.es / @miquelmoli­na

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ÀLEX GARCIA / ARCHIVO Mismos problemas... ¿mismas soluciones?; gestionar el turismo es un reto de las ciudades globales
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