La Vanguardia (1ª edición)

Flores para Leandro, 80 años después

El Govern exhuma en un año 250 cadáveres de víctimas de la Guerra Civil; una de ellas ha sido identifica­da

- SARA SANS Tarragona Ante las fosas

Su abuela iba cada año a ese descampado. Y rezaba. Pero nunca llevaba flores. “No sé dónde dejarlas”, decía. Josep Maria Ruestes Preixens (el nieto) tiene esa imagen perfectame­nte guardada. A su abuelo nunca llegó a conocerle. Ni siquiera podría describir su cara porque Leandro Preixens Torrebadel­la nunca se dejó fotografia­r. Lo único que conserva de él son algunas herramient­as del campo. Pero la familia sabía perfectame­nte que en ese terreno de Soleràs en Les Garrigues (Lleida), un punto estratégic­o a medio camino entre el frente del Ebro y el frente sur del Segre, estaba enterrado Leandro, que murió durante un bombardeo en diciembre de 1938. Aquello fue una fosa común, una de las catorce que se han abierto durante el último año en Catalunya y en las que se han exhumado 250 víctimas de la Guerra Civil, cuatro veces más de las desenterra­das desde la transición y hasta el verano del 2017. Leandro ha sido el primer difunto que ha podido reconocers­e a partir del Programa de Identifica­ción Genética.

Era el día de Sant Esteve de 1938. Leandro tendría unos sesenta años. No se sabe con exactitud su edad porque no se conserva ningún documento que certifique su fecha de nacimiento. De hecho, más allá de las herramient­as que usaba para trabajar en el campo, sólo se conserva de él un documento oficial, el de la compra de una parcela, que

MEMORIA HISTÓRICA Se calcula que en Catalunya hay 505 fosas, con unas 20.000 personas enterradas

EL CENSO Hasta ahora 5.459 ciudadanos se han registrado para poder localizar a sus familiares

firmó con una “X”. Junto a ella figura un “no sabe leer ni escribir”.

Aquel día de Sant Esteve, Leandro estaba cavando un refugio para que su familia pudiera protegerse de los incesantes bombardeos que perpetraba la aviación fascista, cuando le alcanzó de lleno la metralla de un obús. Nuestro hombre, no fue un héroe del frente, ni un resignado o osado biberón, ni siquiera era un soldado. Leandro tenía 60 años y había luchado, sí, pero en otra guerra, la de Cuba, de la que milagrosam­ente pudo regresar sano y salvo a su pueblo natal, Soleràs. “Mi abuelo era payés y era una persona afable, abierta y muy querida, era amigo de todo el mundo… eso es lo que siempre me han contado; de política nunca quiso saber nada”, explica Josep Maria Ruestes, su nieto.

Leandro es uno de los 30.000 muertos –algunos historiado­res mantienen que fueron más– de la Batalla del Ebro, la más sangrante y mortífera de la Guerra Civil Española. Comenzó hace ahora 80 años y duró 115 días. Y en esos apenas cuatro meses, además de los fallecidos, otras 75.000 personas resultaron heridas y 15.000 más cayeron como prisionero­s.

“Un día vi que estaban removiendo el terreno donde mi abuela iba a rezar –explica Josep Maria Ruestes– y fui al Ayuntamien­to”. El alcalde de Soleràs le dijo que había llegado el momento de saber si efectivame­nte Leandro estaba allí. Y Josep Maria inició los trámites para inscribirs­e en el censo de personas desconocid­as –hasta ahora hay 5.459 ciudadanos apuntados– para donar ADN y poder realizar las pruebas genéticas. Esta misma semana, Josep Maria, un maestro de primaria jubilado que tiene ahora 70 años, recibió la llamada. La prueba del ADN había dado positivo. “He vivido todo este proceso con ansias y con ganas, y lo he hecho por mi abuela a la que quise mucho, porque yo de política tampoco quiero saber nada; mi padre fue acusado sólo porque en el 36 le llamaron a filas; y por suerte pudo demostrar que él no estaba en el pueblo cuando ocurrieron los hechos por los que le procesaron... Hemos tenido que callar mucho tiempo cuando estábamos llenos de razón”, concluye Josep Maria.

La fosa de Soleràs está ubicada en el recinto del antiguo cementerio del pueblo, abandonado a principios del siglo XX. La mayoría de las 146 exhumacion­es realizadas allí correspond­en a soldados republican­os que murieron en un hospital de campaña instalado en el pueblo, aunque también se han encontrado 25 soldados nacionales y cinco civiles. Uno de ellos, Leandro. Soleràs y la fosa de Miravet, de donde se han desenterra­do un centenar de cadáveres, principalm­ente de la 43 División del ejército republican­o y también de la División Lister, son dos de las catorce fosas abiertas durante el último año dentro del Plan de Fosas con el que la Generalita­t quiere contribuir ala recuperaci­ón de la memoria histórica. “Vamos tarde, pero durante el último año el Govern ha multiplica­do por cuatro el nombre de personas desenterra­das desde la transición; estamos en deuda con ellos”, dijo ayer la consellera de Justícia, Ester Capella, durante la conmemorac­ión oficial del 80 aniversari­o del inicio de la Batalla del Ebro, que se celebró ayer en la imponente iglesia del Poble Vell de Corbera d’Ebre.

En Soleràs hay otras cuatro víctimas con altas posibilida­des de ser identifica­das. En total, se calcula que en Catalunya hay 505 fosas localizada­s (hasta ahora se han abierto 38) con unas 20.000 personas enterradas. Entre las 250 exhumadas este año, figura la primera con nombre y apellidos: Leandro Preixens Torrebadel­la, que a partir de ahora tendrá quien le lleve flores.

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 ??  ?? Imágenes de las excavación llevada a cabo en la fosas de Soleràs (arriba y a la izquierda) y de Miravet de donde se han desenterra­do 146 y 99 cadáveres respectiva­mente. Junto a los cuerpos han aparecido elementos como cinturones, una estilográf­ica o restos de una bota. En Miravet se abrieron 600 m2 de terreno, “pero tenemos muy poca documentac­ión y elementos para identifica­r los cuerpos; ahora estamos analizando un anillo que encontramo­s con la estrella comunista que debía pertenecer a un comisario político”, dice Sergi González, director de esta excavación
Imágenes de las excavación llevada a cabo en la fosas de Soleràs (arriba y a la izquierda) y de Miravet de donde se han desenterra­do 146 y 99 cadáveres respectiva­mente. Junto a los cuerpos han aparecido elementos como cinturones, una estilográf­ica o restos de una bota. En Miravet se abrieron 600 m2 de terreno, “pero tenemos muy poca documentac­ión y elementos para identifica­r los cuerpos; ahora estamos analizando un anillo que encontramo­s con la estrella comunista que debía pertenecer a un comisario político”, dice Sergi González, director de esta excavación
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