Lucha y traición en Alemania del Este
Lars Kraume estrena ‘La revolución silenciosa’, sobre una pequeña protesta de adolescentes con graves consecuencias
Alemania Oriental, año 1956. Un grupo de estudiantes de secundaria se solidariza con el levantamiento de miles de húngaros contra la ocupación soviética. Su gesto consiste simplemente en guardar un minuto de silencio en clase, sin responder a las preguntas del profesor. No parece una gran cosa. Pero la autoridad títere de la URSS no puede consentir que la protesta, por muy discreta que parezca, quede sin castigo y siente así un precedente de subversión impune. Así que el ministro de Educación decide que todo el despótico peso del poder caiga sobre los adolescentes y sus familias. Es La revolución silenciosa, la película que Lars Kraume estrena este fin de semana en España.
“Lo que más me atrajo de la historia fue el poder de este grupo de chicos que consigue hallar la fuerza necesaria para enfrentarse a la tiranía hasta las últimas consecuencias”, explica Kraume a La Vanguardia. La cinta se basa en el libro La clase silenciosa, relato autobiográfico de uno de los participantes en la rebelión, Dietrich Garstka.
El corazón del argumento está, dice el realizador, en “el valor universal de la solidaridad” como fuente de energía frente al abuso de los poderosos. Pero la consecución de la unidad tropieza con una presión a veces insoportable. Y entonces sobreviene la traición, el otro asunto central de la película; traición en sus más diversas modalidades y no sólo en la derivada de los interrogatorios e invitaciones a la delación por parte de los representantes del gobierno opresor. Porque en el desarrollo del drama también se descubren deslealtadespasadas que condicionan el presente e incluso alguna infidelidad amorosa que enrarece el ambiente aún más entre los llamados a permanecer unidos.
La narración constituye una carga de profundidad contra el socialismo en tanto que sistema que pregona la solidaridad absoluta del Estado con los ciudadanos pero no permite a éstos practicarla entre ellos mismos. No obstante lo cual las víctimas perseveran en aliarse y consiguen luchar con más fuerza. Un logro que el director compara con el cosechado con movimientos más actuales como
La narración carga contra un socialismo que abandera la solidaridad pero de hecho la proscribe
el Me Too contra los abusos del productor Harvey Weinstein y otros, señala Kraume. En La revolución silenciosa, los perseguidos sufren lo suyo, pero aún tienen la posibilidad de huir al Oeste: el muro no existe aún.
Una de las grandes bazas de la película está en la frescura que destila la interpretación de los actores, casi todos debutantes recién salidos de la escuela de Arte Dramático. La única excepción es Isaiah Michalski, que por otra parte no tiene un papel muy relevante, entre otras cosas porque se trata de una película más bien coral. La actuación de los chicos se vio al parecer favorecida, comenta el director, por la intensa y buena relación personal que hubieron de mantener durante su “encierro” de varias semanas en un hotel próximo a los sets de rodaje. Gracias al filme, estrenado en otros países europeos entre febrero y marzo, a todos ellos “les han llovido las ofertas”.