La Vanguardia (1ª edición)

Lucha y traición en Alemania del Este

Lars Kraume estrena ‘La revolución silenciosa’, sobre una pequeña protesta de adolescent­es con graves consecuenc­ias

- FERNANDO GARCÍA Madrid

Alemania Oriental, año 1956. Un grupo de estudiante­s de secundaria se solidariza con el levantamie­nto de miles de húngaros contra la ocupación soviética. Su gesto consiste simplement­e en guardar un minuto de silencio en clase, sin responder a las preguntas del profesor. No parece una gran cosa. Pero la autoridad títere de la URSS no puede consentir que la protesta, por muy discreta que parezca, quede sin castigo y siente así un precedente de subversión impune. Así que el ministro de Educación decide que todo el despótico peso del poder caiga sobre los adolescent­es y sus familias. Es La revolución silenciosa, la película que Lars Kraume estrena este fin de semana en España.

“Lo que más me atrajo de la historia fue el poder de este grupo de chicos que consigue hallar la fuerza necesaria para enfrentars­e a la tiranía hasta las últimas consecuenc­ias”, explica Kraume a La Vanguardia. La cinta se basa en el libro La clase silenciosa, relato autobiográ­fico de uno de los participan­tes en la rebelión, Dietrich Garstka.

El corazón del argumento está, dice el realizador, en “el valor universal de la solidarida­d” como fuente de energía frente al abuso de los poderosos. Pero la consecució­n de la unidad tropieza con una presión a veces insoportab­le. Y entonces sobreviene la traición, el otro asunto central de la película; traición en sus más diversas modalidade­s y no sólo en la derivada de los interrogat­orios e invitacion­es a la delación por parte de los representa­ntes del gobierno opresor. Porque en el desarrollo del drama también se descubren deslealtad­espasadas que condiciona­n el presente e incluso alguna infidelida­d amorosa que enrarece el ambiente aún más entre los llamados a permanecer unidos.

La narración constituye una carga de profundida­d contra el socialismo en tanto que sistema que pregona la solidarida­d absoluta del Estado con los ciudadanos pero no permite a éstos practicarl­a entre ellos mismos. No obstante lo cual las víctimas perseveran en aliarse y consiguen luchar con más fuerza. Un logro que el director compara con el cosechado con movimiento­s más actuales como

La narración carga contra un socialismo que abandera la solidarida­d pero de hecho la proscribe

el Me Too contra los abusos del productor Harvey Weinstein y otros, señala Kraume. En La revolución silenciosa, los perseguido­s sufren lo suyo, pero aún tienen la posibilida­d de huir al Oeste: el muro no existe aún.

Una de las grandes bazas de la película está en la frescura que destila la interpreta­ción de los actores, casi todos debutantes recién salidos de la escuela de Arte Dramático. La única excepción es Isaiah Michalski, que por otra parte no tiene un papel muy relevante, entre otras cosas porque se trata de una película más bien coral. La actuación de los chicos se vio al parecer favorecida, comenta el director, por la intensa y buena relación personal que hubieron de mantener durante su “encierro” de varias semanas en un hotel próximo a los sets de rodaje. Gracias al filme, estrenado en otros países europeos entre febrero y marzo, a todos ellos “les han llovido las ofertas”.

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La revolución silenciosa, con actores no profesiona­les como
FILMS / ARCHIVO Fotograma de protagonis­tasKARMA La revolución silenciosa, con actores no profesiona­les como

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