Tiempos inestables
GABRIEL García Márquez le hace decir a uno de los protagonistas de El amor en los tiempos del cólera: “Recuerda siempre que lo más importante de un buen matrimonio no es la felicidad sino la estabilidad”. La frase sirve para la política, pues los socios de un gobierno deberían poner por delante la estabilidad a medio plazo a la consecución de un objetivo a corto. Pero la experiencia nos enseña que a menudo la tentación de la infidelidad es más fuerte que la virtud de la lealtad. Aunque, como también escribe en la novela el premio Nobel colombiano, “la sabiduría llega cuando no sirve de nada”. Seguramente por eso, los políticos impacientes suelen ser más interesantes cuando escriben sus memorias que cuando redactan sus decretos.
Elsa Artadi, portavoz del Govern, proclamó desde su tribuna que la estabilidad por la estabilidad no tiene sentido, una frase que sin duda merecería todo un tratado de ciencia política. Considerar la estabilidad como un factor irrelevante, como un elemento baladí, resulta toda una aportación. Luego matizó que apoyan la estabilidad siempre que vaya acompañada de pasos adelante, lo que se acerca al oxímoron, porque, cuando se retrocede, más que estabilidad existe un fracaso. El nuevo PDECat salido de la asamblea nacional del pasado domingo amenaza con sus alfiles, antes de intentar el jaque al rey (no sé si el ejemplo ajedrecístico es bueno ante un partido de republicanismo sobrevenido), que en este caso es poner contra las cuerdas a Pedro Sánchez. El Gobierno central no ha parecido muy preocupado con estas amenazas más o menos veladas. De hecho, ha recordado que el viernes, en el Congreso, con la aprobación de los objetivos de déficit, están en juego 460 millones más para Catalunya, así que en esta caso la estabilidad supone más ingresos para las arcas de la Generalitat. Pero vivimos tiempos decididamente inestables, casi tanto como los discursos.