Monjes por gratitud
En la Tailandia budista es tradición que el hombre pase unos días en un monasterio al menos una vez en su vida. Es símbolo de gratitud y redención, de paz, méritos y buen karma, a menudo dedicados a los esfuerzos de su familia en criarle y educarle. Pero no sólo eso. Los famosos supervivientes de la cueva tailandesa iniciaron ayer las ceremonias para convertirse en novicios y honrar así a Saman Kunan, el buzo tailandés que murió en su rescate, además de al resto del equipo que ayudó a sacarles de la gruta. Los 12 chavales y su entrenador de fútbol quedaron allí atrapados durante dos semanas por no prever que las fuertes lluvias anunciadas inundarían la cueva mientras estaban dentro de excursión. Su rescate generó expectación mundial. Centenares de profesionales se desplazaron para socorrerles.
“Es como si hubieran muerto y ahora hubieran renacido. Deberían pasar un tiempo en el monasterio. Es para su protección”, apuntaba en la BBC Seewad Sompiangjai, abuelo de Peerapat, uno de los chavales que quedó atrapado en la cueva el pasado 23 de junio.
Sólo seis días después de salir del hospital, donde ingresaron una semana para recobrar la salud, los chavales se disponían ayer a emprender este ritual honorífico en el budismo Theravada, la rama que practican de esta religión. Acudieron todos, excepto el joven Adul Sam-on, que pertenece a una minoría cristiana procedente de Birmania. Él también celebrará un ritual en la iglesia, en agradecimiento a la tarea del equipo de rescate.
Los 11 chicos –de entre 11 y 16 años– y su entrenador se desplazaron al templo de Phra That Doi Wa, en la ciudad de Mae Sai, situada en la norteña provincia de Chiang Rai (donde también se hallaba la cueva). El evento generó gran expectación en el área. Centenares de locales se desplazaron a los alrededores para dar apoyo a los supervivientes.
Los rituales se iniciaron por la mañana. Los 11 chavales, vestidos de blanco, rezaron plegarias centenarias y ofrecieron a los espíritus bebida y dulces en cuencos bañados en oro, informaba ayer la agencia AP.
Por la tarde, realizaron actos de purificación. Uno de ellos fue afeitarles la cabeza. Se preparaban para la ceremonia de hoy, la más importante, donde serán ordenados monjes novicios. El entrenador, Ekkapol Chantawong, de 25 años de edad, será ordenado monje porque ya había pasado una década como principiante. Para ello, el equipo se desplazará mañana por la mañana a otro templo de un monte de la provincia de Chiang Rai. Al terminar, volverá al monasterio de Phra That Doi Wa, donde pasará nueve días de retiro meditando, rezando y limpiando el templo. Se trata del mismo número de días que pasaron atrapados en la cueva antes de ser descubiertos por el equipo de rescate y también de un número que simboliza suerte en Tailandia.
“Las ordenaciones nos darán paz interior a las familias. Sólo pueden quedarse nueve días (hasta el 3 de agosto) porque tienen que volver a estudiar para prepararse los exámenes. Tienen que volver a la vida normal”, contaba ayer Sangiemjit Wongsuckchan, madre de Ekarat, uno de los miembros del equipo.
Difícilmente los jugadores de Los Jabalíes Salvajes llevarán una vida normal a partir de ahora. Se han convertido en héroes nacionales y su historia ya interesa a la industria de Hollywood, que quiere hacer de la peripecia una película de éxito. De momento, el Gobierno tailandés ha pedido a los ciudadanos que no molesten a los chavales. Las autoridades han advertido que cualquiera que les interrogue sin permiso será perseguido por la justicia. Quieren que vivan en paz. Que lo logren es otro asunto.
Los ‘jabalíes’ pasarán nueve días en un monasterio antes de volver a la normalidad