La Vanguardia (1ª edición)

La nueva ‘nueva política’

- Elisenda Alamany Portavoz de Catalunya en Comú-Podem

El pasado fin de semana hemos sido testigos de cómo el PP culminaba unas primarias sin precedente­s en partido con la victoria de Pablo Casado. Un procedimie­nto nuevo que culminaba con el triunfo de viejas recetas: un candidato próximo al aznarismo con discursos provida, de defensa de la familia tradiciona­l y de Tabarnia. Un giro (aún más hacia la derecha) que no ofrece ninguna respuesta a los retos de una sociedad moderna del siglo XXI. Al mismo tiempo, el mismo fin de semana, en el congreso del PDECat el partido se entregaba a Puigdemont para acabar confluyend­o definitiva­mente en la Crida Nacional per la República.

Los dos movimiento­s confirman que, en mayor y menor medida, varios partidos han querido reubicarse y dar respuestas a una sociedad que poco se parece a la del 2008, cuando empezó la crisis. Ambos, cada uno a su manera, intentan adaptarse a una nueva sociedad que pide nuevos partidos, nuevas herramient­as que se hagan cargo de un nuevo momento donde todo parece agotado. Casado intenta, mediante el elemento generacion­al, situar con él la renovación de todo un partido. La Crida Nacional pretende superar los partidos, yendo más allá de las archiconoc­idas estructura­s, según dicen, en la defensa de la República. Pero ¿son nueva política?

De momento, son nuevas fórmulas. Y estas guardan relación con la necesidad de acercarse a la ciudadanía de otra manera. Tras un ciclo de cerca de diez años de gran inestabili­dad económica, social y política, la gente también se ha sentido alejada de la política institucio­nal por la ausencia de respuestas a su día a día. Desgraciad­amente, presentars­e con nuevas fórmulas no es suficiente. Para estar a la altura de una sociedad que ha cambiado mucho en la última década hace falta que los partidos sean capaces de ofrecer nuevas soluciones a problemas que también son nuevos: nuevos modelos de organizaci­ón social y laboral, una economía creciente al mismo ritmo que las desigualda­des, la irrupción de la tecnología en varios ámbitos como el educativo y el laboral, los retos que presenta un sector globalizad­o como el turismo...

La sociedad exige una renovación política que tendría que entender los partidos como herramient­as abiertas, transparen­tes y porosas capaces de abrirse a la ciudadanía. Pero no sólo eso. Estos nuevos partidos, para ser realmente nuevos, tendrían que estar preparados para cambiar las formas de hacer política, renovar y modernizar las institucio­nes y con eso, también, canalizar los problemas de la sociedad con una nueva agenda de políticas públicas.

Parece que la necesidad de proyectar una nueva política haya llegado a todos los partidos. En todo caso, estas renovadas o renacidas formacione­s serán nueva política en la medida en que sean capaces de reunir los atributos y los valores que permitan abrir una nueva época que cierre una década de múltiples crisis, no sólo de manera cosmética sino ofreciendo respuestas nuevas (de fondo) para la gente. Y estas respuestas también tendrían que superar políticas de un pasado demasiado reciente. La nueva política no es sólo una cuestión estética. Se trata de construir un nuevo futuro.

Para ser realmente nuevos, los partidos deben saber canalizar los problemas sociales con una nueva agenda de políticas públicas

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