La Vanguardia (1ª edición)

Carta a Toni

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Querido Toni, la daga de una muerte prematura ha vuelto a herir a tu familia, implacable y feroz. Si es imposible imaginar cómo os sentisteis de pequeños, cuando vuestro padre murió tan pronto, la muerte también joven de un hermano añade dolor, y rabia y un sentido profundo de derrota. La muerte, amigo, es una mala fiera, una cabrona, y cuando llega demasiado pronto, despelleja el alma y la deja a añicos. ¡Qué podría decirte que no sepas, torpe en estas palabras inútiles, incapaces de captar el dolor que ahora sientes!

Intento imaginarte en la distancia, aunque no sé cómo. Siempre te he visto con una sonrisa acogedora –¿lo sabes, que eres un hombre que siempre sonríe?–, y no quiero dibujarte de otra manera, atrapada en esta lejanía que todo lo estropea. Sólo querría enviarte un abrazo suave, lento, como una de esas nanas que nos acarician y nos calman. Pero estás lejos de casa, condenado al exilio, herido por la garra de la represión atávica, que tanto daño ha hecho a nuestro país desde que perdimos nuestros derechos. Lo sabes bien, tú que perteneces a una noble estirpe de defensores de la tierra y de nuestra gente, catalanes alzados y tozudos, que diría Llach. Como tú mismo, alzado y tozudo y digno.

Leo que Pere quiso pasar los últimos días de vida en Lovaina, a tu lado, con la familia al completo. Si no podías estar con él, él venía a ti, porque la patria siempre está donde está nuestra gente. ¡Qué metáfora del amor, amigo! Tan precisa que consigue que haya belleza en la fealdad de la muerte, como si fuera un triunfo final de la vida. Estos días tan intensos que habréis vivido a su lado, que sean un bálsamo que apacigüe la pérdida, una canción dulce que acompañe el recuerdo. No lo sé, Toni, no sé qué decirte, porque las palabras tropiezan con las emociones y se quedan huérfanas de significad­o. Pero quiero imaginar que es así, que han sido días brillantes, profundos, magníficos, a pesar de la derrota final. ¡La familia, qué red de protección, qué milagro de los sentimient­os!

¡Al mismo tiempo, qué negrura la represión que te ha expulsado de casa, condenado a vivir el final de un hermano, lejos de los paisajes que os han acariciado durante la vida! ¡Es tan malo lo que han hecho! ¡Han hecho tanto daño! Sí, ya sé que eres valiente, y que el dolor te da fortaleza para luchar, más motivos para no desfallece­r. Y también sé que saldremos adelante, porque tenemos la razón y conquistar­emos el derecho. Pero de momento estás lejos de tu país, miembro del honorable ejército de catalanes que tuvieron que exiliarse. Quién nos lo iba decir, que volveríamo­s a vivir el exilio, como si las coplas de Pere Quart nunca se hubieran acabado. ¡Cuánta, cuánta rabia, querido! Pero recuerda que estamos aquí, tan alzados y tozudos y dignos como vosotros, y que hoy estamos muy cerca de tu familia, acompañánd­oos en el luto. Te queremos, Toni. Os queremos.

Quisiera enviarte un abrazo suave, lento, como una de esas nanas que nos acarician y nos calman

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