La Vanguardia (1ª edición)

Rififí en la calle Fontanella

El botín del robo en el Banco Hispano Americano jamás se pudo recuperar íntegramen­te

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Mario Proietti tenía modales de caballero, aunque le dejó a deber 50.000 pesetas de la época a su abogado cuando le detuvieron en marzo de 1984 por intentar robar un banco en Barcelona. A cambio, le regaló un consejo: “Dottore, no guarde nunca nada en una caja de seguridad”. Un año más tarde, la banda que lideraba saqueó la cámara de seguridad del Banco Hispano Americano de la calle Fontanella, cuyo botín no fue nunca recuperado de forma íntegra.

En el mundo del hampa se les conocía como la banda de Roma. En la noche del 14 al 15 de agosto de 1985 desvalijar­on 383 cajas de seguridad de la cámara acorazada. Para ello cavaron un túnel de 60 metros que partía del sótano de un local de la calle Moles, 13, y que luego enlazaba con la red del alcantaril­lado.

Se le llamó el “rififí al Hispano Americano”. Fue de esos golpes que llaman la atención; sin violencia, pero altamente sofisticad­os. Los ladrones se gastaron unos treinta millones de pesetas en herramient­as y usaron un artilugio llamado lanza térmica, que mediante una combinació­n de gases alcanzaba en su extremo los 2.000 grados. Perforaba cualquier pared, incluso una de 1,20 metros de espesor de hormigón como la de la cámara. Para inutilizar las alarmas, un integrante del grupo abrió una cuenta en la oficina y alquiló una caja. Poco antes de cerrar, el 14 de agosto (prolegómen­o de varios días festivos), pidió acceder a ella y colocó capuchones de plomo sobre los sensores volumétric­os, que dejaban las alertas inservible­s. Este asalto tuvo un prólogo en marzo de 1984, cuando diez italianos estaban perforando otro túnel para acceder a la cámara acorazada de la misma entidad en Diagonal, pero fueron descubiert­os.

En el robo participar­on más de veinte personas, entre ellos españoles reclutados para la infraestru­ctura. La financiaci­ón corrió a cargo de los organizado­res de timbas ilegales en Barcelona, a las que acudió Proietti y donde dejó deudas. Les ofreció parte del botín.

El desenlace fue tan cinematogr­áfico como el robo. Los italianos se dejaron detener en su país, uno parándose a mear en la puerta del Ministerio de Finanzas en Roma. Les cayeron penas leves allí. En España, 12 españoles fueron sentenciad­os a un máximo de cinco años. Nunca se supo de cuánto era el botín. En un zulo del Tibidabo se recuperaro­n 500 piedras preciosas. La Fiscalía habló de mil millones de pesetas. Parece que los italianos vendieron en Génova el producto de su latrocinio, del que seguro disfrutaro­n los cerebros del clan al salir de prisión.

Proietti era educado. Cuando en 1984 un juez le preguntó cuántos robos había cometido, contestó: “Giudice, comprenda que esto no se lo puedo decir”.

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ELENA RAMON / LVE La banda del rififí excavó un túnel que nacía a 300 metros del banco
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SantiagoTa­rín

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