De la Luna a Marte

LOS expertos en comunicación han llegado a la conclusión de que las noticias falsas nos gustan porque nos emocionan, nos divierten y nos dan la razón. Tanto es así que Donald Trump, que llegó al poder enarbolándolas como bandera, está dispuesto a darles carta de naturaleza. O, dicho de otro modo, a institucionalizarlas. Y no sólo eso, pues diariamente echa su cubo de basura sobre la prensa y la televisión de calidad, acusándolas de ser fabricantes de fake news. El mundo al revés.

Ayer, mientras la prestigiosa revista Science publicaba en su web la existencia de agua líquida en Marte –un gran depósito salado está oculto bajo el hielo del polo sur del planeta rojo–, 130.000 tipos le daban la razón a Iker Casillas en Twitter cuando preguntó si, como él, creían que la llegada del hombre a la Luna fue un montaje. No es que Casillas sea un experto en astronomía –en realidad repitió COU–, pero que en pocas horas 310.000 personas contestaran a su cuestión y que el 42% respondiera que nos colaron una noticia falsa resulta preocupante. Sería interesante saber cuántos de estos individuos creen que en Marte hay agua: posiblemente nos daríamos cuenta de que la gente prefiere los cuentos a las certezas.

Philip Plait escribió un libro titulado Bad astronomy hace unos años, cuando algunas publicaciones paracientíficas empezaron a dudar de que en 1969 el hombre hubiera llegado a la Luna. Según esta fake news, la NASA descubrió un fallo en su cohete, así que lo lanzó al espacio sin tripulación, mientras enviaba a los astronautas a un plató en el desierto de Nevada para simular el paseo espacial. Incluso circuló el rumor de que las imágenes las rodó Stanley Kubrick, el realizador de 2001, una odisea del espacio. Plait resolvió todos los argumentos fabuladores, desde por qué no se veían las estrellas hasta por qué no había levantado polvo el alunizaje. Pero qué más da, Casillas y su tropa no se lo creen. Lo que resulta increíble es que tanto necio nos rodee.