La Vanguardia (1ª edición)

¡Atención!

- Pilar Rahola

Titulares recientes: un coche temerario atropella las 2.500 cruces amarillas de la plaza Major de Vic; dos ultras arrancan lazos amarillos mientras insultan a inmigrante­s en Vic y gritan “Viva Hitler”; un joven se enfrenta a unas abuelas en Terrassa por llevar el lazo amarillo, mientras grita “Viva España”; un grupo de 15 fascistas intentan asaltar el casal popular Tres Voltes Rebel de Nou Barris, mientras tiran ladrillos y sillas contra la gente; el periodista Jordi Borràs es agredido presuntame­nte por un inspector de la brigada de informació­n de la Policía Nacional, que continúa en su puesto; un hombre que arrancaba lazos amarillos en Lledoners golpea a otro porque lo grababa; una veintena de encapuchad­os arrancan cruces amarillas en Canet de Mar y hieren a cinco personas...

Y más allá, múltiples ataques verbales a personas con lazos amarillos, pintadas fascistas por todo el territorio y una violencia de baja intensidad que ha aumentado de manera exponencia­l en los últimos tiempos. El mismo Jordi Borràs denunció en un reportaje que sólo entre septiembre y diciembre del 2017 se habían cometido “ciento treinta y nueve incidentes violentos, ochenta y seis de los cuales, con agresiones físicas, que tenían como motivación la defensa de la unidad de España”. Y todo relativiza­do y/o blanqueado con las declaracio­nes benévolas de los dos partidos del espectro españolist­a.

¿Todavía se puede desmentir o relativiza­r el aumento de la violencia de corte españolist­a o directamen­te el aumento del fascismo en Catalunya? Lo pregunto a tenor de la respuesta de la Conselleri­a d’Interior, que ayer aseguraba que el fenómeno está controlado y va a la baja, lo cual no parece correspond­erse con la contundenc­ia de los hechos, ni con la alarma que expresan en privado muchos miembros de los Mossos dedicados a la lucha contra el fascismo. Si añadimos, además, que durante el periodo del 155 se impidió a los Mossos investigar a los grupos de extrema derecha (mientras eran desviados a investigar los CDR) y que, en consecuenc­ia, no se sabe cuántos ultras y filonazis han venido a Catalunya, ni cómo están organizado­s, la alarma se dispara. Es posible que la conselleri­a considere prudente bajar la preocupaci­ón, pero también es posible que la prudencia nos haga confiados. El fascismo ha llegado a Catalunya, empieza a mostrar una cara violenta y ha puesto en la diana al independen­tismo.

Con esta realidad cada vez más inapelable, parecería necesaria una mayor contundenc­ia, tanto en las acciones como en las declaracio­nes políticas. Por poner un ejemplo, ¿por qué no se ha personado la Generalita­t contra el ataque que sufrió Jordi Borràs? Y, sobre todo, haría falta no diluir la denuncia de los hechos y hablar claro. No lo olvidemos: el fascismo es de naturaleza violenta y si empieza a violentar a nuestra sociedad, y sale impune, algún día podemos tener una desgracia.

El fascismo ha llegado a Catalunya con su cara violenta y ha puesto en la diana al independen­tismo

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