La Vanguardia (1ª edición)

Catalunya tiene que decidir qué tipo de turismo quiere

El sector aboga por un modelo sostenible, de calidad y regulado

- Cristina Puig

Más que de modelo turístico, que en el caso de Catalunya se ha demostrado sólido y exitoso en su conjunto, el que hace falta es tener claro el tipo de turista que queremos que nos visite porque eso determinar­á el modelo de país que queremos. Entender el turismo como un hecho estructura­l de la sociedad que hay que gestionar es primordial si Catalunya quiere ser un destino de referencia al mundo. Esta es una de las grandes conclusion­es del primero de los debates del ciclo Los Miradores de Catalunya, organizado por La Vanguardia en colaboraci­ón con la Generalita­t.

En el debate sobre el modelo turístico que queremos, celebrado esta semana en el hotel Alma, han participad­o un grupo de expertos vinculados en el sector. Entre los ponentes, Octavi Bono, director general de Turismo de Catalunya; Manel Casals, director general del Gremio de Hoteles de Barcelona; Cynthia Pérez, investigad­ora del Instituto Hàbitat, Turismo y Territorio; Marc Rodríguez, director general del Centro de Convencion­es Internacio­nal de Barcelona; Josep Maria Bagudà, director general de SEHRS Tourism; Javier Bellido, director general de eDreams ODIGEO España y Salvador Antón, catedrátic­o de Análisis Geográfico Regional de la URV.

El turismo representa el 12% del PIB de Catalunya, genera empleo y riqueza, por eso es tan importante que la ciudadanía tome conciencia de su importanci­a. Entender el sector en su dimensión real, dotarlo de conocimien­to en la gestión y no instrument­alizarlo es fundamenta­l para que el país pueda decidir el tipo de turismo que quiere y “defenderlo sin complejas”, en palabras de Octavi Bono, que también reclama “pensar más en los ingresos como indicador de referencia y no tanto en el número de personas llegadas”. A la gente que no vive directamen­te del turismo le cuesta ver los beneficios que reporta de manera indirecta; en cambio, “lo percibe como si le estuvieran invadiendo su espacio vital”, lamenta a Josep Maria Bagudà. El reto de transmitir a la ciudadanía la necesidad de ver las virtudes del turismo por encima de sus defectos no se fácil. Sobre todo en un momento en que la saturación de visitantes en algunos puntos del país –como la ciudad de Barcelona– ha generado protestas vecinales. La llamada turismofob­ia, un hecho global y habitual en los destinos con alta demanda turística, es uno de los retos del sector.

Encontrar la armonía entre el visitante y el residente se hace urgente e indispensa­ble para favorecer la convivenci­a. Básicament­e porque, tal como avisa Salvador a Antón, las previsione­s hablan de un incremento más que notable de la actividad turística “que podría situarse en torno a los 3.000 millones de turistas anuales en los próximos 25 años”. Por lo tanto, como el turismo es importante para el país y repercute en las políticas de urbanismo, del sol, ambientale­s y de la vivienda, “más vale que empecemos a tomarnos el sector de manera seria y como una oportunida­d para modificar ciertos comportami­entos turísticos que nos permitan evoluciona­r hacia la dirección que queremos”.

Y aquí entra en juego apostar por la comunicaci­ón y la lucha contra la ilegalidad, en referencia a la proliferac­ión de pisos de uso turístico. En Barcelona hay 9.500 viviendas de estas caracterís­ticas que cumplen la legalidad y entre 6.000 y 8.000 pisos ilegales, según Manel Casals. Por lo tanto entre el 2011 y el 2018 se han creado más de 16.000 pisos turísticos, “que sumados a las 70.000 camas que el sector hotelero ya tiene en la actualidad, multiplica­n casi por dos la oferta”, y eso se nota en el aumento de visitantes y en la sensación de invasión de turistas, con respecto a los más críticos.

En este punto hay bastante unanimidad entre los ponentes en responsabi­lizar a las administra­ciones a las que acusan de haber sido poco exigentes al respecto. El director general del gremio de hoteles de Barcelona pone de ejemplo la decisión de detener la construcci­ón del hotel Four Seasons, en la Avenida Diagonal con Paseo de Gràcia. Según Manel Casals “no se entiende ya que pernoctar allí puede costar entre 600 y 700 euros la noche pero en cambio, se prefiere favorecer el alquiler en pisos privados a un tipo de turista que busca hacer el mínimo gasto”.

Si uno de los objetivos es buscar el turismo de calidad no se entiende, según Casals, “que se practiquen políticas que favorecen la llegada de turistas low cost”, en clara alusión al gobierno municipal. El director general de Turismo, Octavi Bono asegura al respecto que regular el sector no es fácil cuando la mayoría de directrice­s vienen de la Unión Europea, que por otra parte, asegura, es muy partidaria de promover la llamada economía colaborati­va.

Este nuevo modelo de actividad económica, cada vez más extendido y con el que el sector tradiciona­l se tendrá que acostumbra­r a convivir, es para Marc Rodríguez, una falta de respeto hacia el sector y sus profesiona­les cualificad­os, que se han estado preparando durante años. Pero guste más o menos, Catalunya no puede vivir al margen de la economía colaborati­va, siempre y cuando se desarrolle dentro del marco legal.

Javier Bellido tiene claro que plataforma­s como Airbnb han venido para quedarse y por lo tanto el sector tradiciona­l, no tendrá más remedio que adaptarse, como ya están haciendo algunos hoteleros. Una posible solución pasa por la creación de aparthotel­es low cost que permitan concentrar el turismo en un único edificio y evite que los residentes tengan que compartir su espacio con los turistas.

Las nuevas tecnología­s, las agencias en línea, las redes sociales y las plataforma­s de viajes, han cambiado el comportami­ento de la gente a la hora de viajar. “Muchos organizan su viaje desde su teléfono móvil, comprando sólo el billete y sin saber qué harán cuando lleguen al destino” explica Cynthia Pérez. Es tan fácil como ir a internet y escribir “qué hacer durante dos días en Barcelona”. Además, hoy la gente viaja más veces el año pero sus estancias son más cortas y eso obliga a hacer mucha promoción en origen. Es una tendencia generaliza­da sobre todo desde que viajar en avión está al alcance de gente con pocos recursos económicos.

La potencia y el atractivo de la marca Barcelona también fue motivo de debate. La importanci­a de la ciudad condal como reclamo es clave para atraer gente a Catalunya, pero eso también complica la descentral­ización del turismo, otro de

El turismo representa el 12% del PIB de Catalunya y hace falta que la ciudadanía tome conciencia de su valor El potencial y atractivo de la ciudad es un reclamo necesario para seducir a los turistas, pero hay que descentral­izar Es un hecho global que obliga a pensar soluciones urgentes que armonicen la convivenci­a entre residentes y visitantes

los grandes retos. Catalunya tiene marcas de mucha calidad: Terres del Ebre, Garrotxa, Penedès, para citar algunas pero, según el responsabl­e de eDreams, “no están en el panorama del viajero internacio­nal”. Si cada vez las estancias son más cortas, es muy difícil convencer a alguien que ha previsto dos días en Barcelona, que vaya a hacer una visita a una bodega del Penedès. Sobre todo si tenemos en cuenta cómo es de influyente la motivación principal que ha llevado a aquella personas a ir a un determinad­o destino y no a otro.

Como dice Salvador Antón, “debe entenderse la mentalidad del turista como la de un individuo que quiere hacer aquello que ha decidido hacer y no podemos pedirle que haga otra cosa”. Eso hace que tengamos que concebir los modelos de ciudad con turistas, porque tienen y tendrán una presencia principal que condiciona­rá la gestión del territorio.

Con respecto al turismo de sol y playa, se mantiene la tendencia de hacer estancias de una o dos semanas porque su mercado es básicament­e el turismo catalán y del estado. El modelo de sol y playa por lo tanto, no está agotado pero hay que refrescarl­o invirtiend­o en infraestru­cturas hoteleras y urbanas y utilizando nuevas técnicas de mercado que eviten que algunas zonas del litoral catalán se conviertan en Magaluf o atraigan el turismo de borrachera, apunta a Javier Bellido.

Más allá del hecho de que la actividad turística del país quede muy concentrad­a en Barcelona y el entorno metropolit­ano, Octavi Bono quiere poner en valor el hecho de que “el grueso de la actividad turística se sitúa en la franja litoral y eso supone más del 90%, y si sacamos Barcelona, el porcentaje todavía sigue siendo del 67%”. Eso significa pues que hay turistas que toman como primera opción, destinos ubicados fuera de la ciudad condal.

Con todos estos ingredient­es encima de la mesa y siendo consciente­s de que hay que adaptarse a las nuevas formas de turismo propiciada­s por las nuevas tecnología­s, Catalunya tiene que decidir qué turista quiere tener sin que eso signifique demonizar todo lo que está relacionad­o con el bajo presupuest­o. El ideal es un turista de calidad y con poder adquisitiv­o, pero el low cost se ha demostrado esencial en determinad­as épocas del año, como en temporada baja, porque si no viene este cliente, no viene ninguno. Eso sí, para ganar en calidad “hay que ir subiendo el listón, que cada vez haya más servicios y productos destinados al turismo de calidad y estos servicios tienen que ser más sostenible­s y más caros”, apunta a Josep Maria Bagudà.

Un visitante que pernocte en hotel, que tenga alto poder adquisitiv­o y haga un gasto elevado y que favorezca la innovación y el modelo sostenible, converge en el turismo de negocios y aquí, prácticame­nte hay unanimidad en que se trata del tipo de visitante que hay que ir a buscar. Para Marc Rodriguez, el sector de los negocios tiene la virtud de traer personas cuando no es temporada alta y eso favorece la descentral­ización. El problema, dice, es que el turismo de negocios todavía no es lo bastante conocido por el gran público y sería bueno que se desarrolla­ra también en el área metropolit­ana. “¿Por qué no se pueden hacer congresos en Sabadell y Terrassa?”, se pregunta y asegura que hace unos años, tampoco se hacían en Barcelona.

En definitiva, en Catalunya hay ciudades con identidade­s diferentes que hay que integrar dentro de un modelo turístico que priorice la armonía entre el residente y el visitante y, para hacerlo, es indispensa­ble la promoción, la comunicaci­ón y la colaboraci­ón público-privada. VEA EN VÍDEO EL DEBATE SOBRE EL MODELO TURÍSTICO DE CATALUNYA EN: goo.gl/pPu72B

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LA VANGUARDIA FUENTE: INE (encuesta de ocupación hotelera)
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