La Vanguardia (1ª edición)

Los afectados se vuelven invisibles

Sólo pasajeros despistado­s acuden a los mostradore­s, donde se concentrar­on más huelguista­s que clientes

- DAVID GUERRERO

La gestión previa de Ryanair ofreciendo a los pasajeros afectados por la huelga la recolocaci­ón en días anteriores o posteriore­s a los paros ha salvado a la compañía de las largas colas de viajeros enfurecido­s ante las ventanilla­s de informació­n. En su lugar, la estampa de la terminal 2 durante la primera de las dos jornadas de huelga fue la de un lugar mucho más vacío de lo habitual por estas fechas.

Los mostradore­s de facturació­n de la segunda aerolínea con mayor número de operacione­s en el aeropuerto de El Prat estaban inusualmen­te vacíos. La táctica de invisibili­zar el conflicto funcionó. Los afectados siguen existiendo pero en lugar de estar allí protestand­o se habían quedado en sus casas reprograma­ndo reservas de hotel y, en todo caso, expresando la frustració­n a través de las redes sociales. El refuerzo de personal en los servicios de atención al cliente fue innecesari­o. El mostrador de la Agència Catalana del Consum habilitado para la ocasión tampoco tuvo un excesivo trabajo.

Pese a los correos y mensajes enviados por la aerolínea a los pasajeros afectados por los paros, hubo quien se presentó en el aeropuerto sin esperarse lo que se acabó encontrand­o. Fue el caso de Nakeyla, que debía volar con la compañía irlandesa hasta París para coger allí un avión hasta Estados Unidos. El vuelo entre El Prat y la capital francesa fue uno de los 66 cancelados y Nakeyla se quedó en tierra, con la conexión de regreso a casa perdida y sin posibilida­d de reembolso ya que la ruta interconti­nental la realizaba con otra aerolínea. Ryanair le cambió la fecha para volar a París pero, a tenor de su llanto a moco tendido, una vez allí tendrá serios problemas para cruzar el charco.

Con mejor cara pasaba por la ventanilla de reclamacio­nes Diego, que hizo una parada rápida en la terminal 2 para garantizar­se el reembolso del billete a Ibiza que tenía comprado desde hacía semanas. En una mano llevaba la hoja de reclamació­n y en la otra los nuevos billetes con Vueling para llegar hasta la isla donde pasará unos días de vacaciones.

La ausencia de protestas en los mostradore­s de Ryanair hacía más visibles a los convocante­s de la huelga. Los trabajador­es pasaron la mañana repartiend­o octavillas en las que se explicaban los motivos que les han llevado a la huelga. Tienen miedo de las decisiones que pueda tomar la empresa con los trabajador­es que han secundado la huelga. Ese mismo miedo les lleva a pedir que no salga su nombre publicado cuando explican una larga retahíla de malas experienci­as. “Vivimos en un régimen disciplina­rio de terror”, relata un tripulante de cabina, “solo tienen en cuenta las ventas que conseguimo­s avasalland­o a los pasajeros, no les importa el trato ni ningún otro aspecto”.

Cuando ganan confianza y se aseguran de que el periodista no es un infiltrado de la aerolínea –dicen que haberlos, haylos– van más allá. Una chica relata el traumático viaje hasta las oficinas de la compañía en Dublín para dar explicacio­nes porque llevaba unos meses de baja tras perder a un ser querido. Otro joven rememora los dos meses que se pasó yendo a trabajar a pie desde L’Hospitalet y comiendo de lo que tiraba a la basura un supermerca­do porque tenía problemas para cobrar en una cuenta bancaria abierta en Irlanda, como les exige la empresa. Suspiran tras explicarlo y miran los mostradore­s de otras aerolíneas. Todos reconocen que les gustaría irse a la competenci­a.

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