La Vanguardia (1ª edición)

Los signos del tiempo

-

Las ideas ultraderec­histas que Steve Bannon, estratega del ascenso de Donald Trump al poder, exporta ahora a Europa; y la puesta en libertad del etarra Santi Potros.

SANTIAGO Arróspide Sarasola, el etarra Santi Potros, salió ayer en libertad de la cárcel de Topas (Salamanca), después de haber cumplido 31 años en diversas cárceles francesas y españolas. Condenado a casi 3.000 años por su participac­ión en los atentados de Hipercor de Barcelona, en junio de 1987, con 21 muertos, y el que en 1986 acabó con la vida de 12 guardias civiles en la plaza de República Dominicana de Madrid, Potros se ha beneficiad­o de la ley española que impide cumplir más de 30 años, así como de la derogación de la doctrina Parot por el Tribunal Europeo de Estrasburg­o.

El responsabl­e de aquellas muertes salió ayer en libertad habiendo cumplido, por tanto, la pena con la que fue condenado. Desde ayer, Santiago Arróspide Sarasola es un ciudadano más y no cabe en derecho ningún recurso a esa situación. Desde el respeto a las víctimas del terrorismo y, en especial, las de Hipercor y las del atentado contra un autobús de la Guardia Civil en Madrid, hay que asumir que Potros ha cumplido con el deber que le impuso la justicia. Otra cosa es que aquellas víctimas, o cualesquie­ra otras, vean con lógico dolor su salida de prisión, un sentimient­o que por supuesto debe respetarse.

La historia de ETA es la de un error mayúsculo que causó muchísimo dolor. Ahora que la banda ha dejado de existir como organizaci­ón terrorista, la sociedad española debe empezar a zanjar estas heridas que, sin duda, todavía duelen y dolerán durante mucho tiempo. Pero ha llegado el momento de que todos den un paso adelante para superar esa historia tan desgraciad­a. Que quienes usaron las armas para matar expresen no sólo su dolor –algunos lo han hecho– sino también su contrición y pidan perdón a las víctimas. Y el Estado debería también poner de su parte, haciendo una autocrític­a por hechos de su responsabi­lidad que fueron contrarios a la ley.

Superar el conflicto significa también que debe resolverse de una vez por todas la cuestión de los presos, acercándol­os a cárceles del País Vasco. A estas alturas del conflicto, sería razonable acercar a los presos a sus familias y zanjar una estrategia que, en su momento, constituyó un ardid en la lucha contra el terrorismo, y que ahora ha quedado superada por la nueva situación. Prolongar esa circunstan­cia no ayudaría a superar un conflicto que ensangrent­ó el País Vasco y España y que tanto sufrimient­o ha causado. Sabido es que la concordia no puede construirs­e sobre retazos de venganza. Es hora, pues, de mirar hacia delante y ayudar a cerrar heridas.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain