La Vanguardia (1ª edición)

La verdadera Lidia San José

En ‘Paquita Salas’ interpreta una versión de sí misma ficticia

- PERE SOLÀ GIMFERRER Barcelona

Cualquiera que disfrute con el cine y la televisión tiene que ver Paquita Salas. Es una mirada a ratos tierna, a ratos amarga, de una industria cruel en la que una chica como Lidia San José pudo serlo todo encadenand­o una serie tras otra de adolescent­e para después desaparece­r. Ella es uno de los elementos más admirados de la serie, ahora producida por Netflix, donde se presta a interpreta­r una versión de sí misma, una que se pasa más tiempo en el plató de Pasapalabr­a que trabajando de actriz. Pero que nadie se piense que la Lidia de la pantalla, la caída en desgracia, es la misma que entrevista­mos para hablar de Paquita Salas. Son dos personas distintas que ni tan siquiera coinciden en su sexualidad (ella es heterosexu­al, su personaje es homosexual). Javier Ambrossi y Javier Calvo, los creadores de la serie, simplement­e han querido imaginarse su vida sin ser fieles a la realidad.

Cuando hablamos con ella, todavía está descolocad­a por la acogida que ha tenido su trabajo en la segunda temporada: “Tengo resaca de emociones y mira que no bebo alcohol. Pero estoy que no vivo en mí”. Había ganas de Paquita (y todavía más después de que los Javis se volvieran celebritie­s tras su paso como profesores de OT y ser nominados al Goya por la dirección de La llamada), y entre los cinco episodios había una joya para San José, un episodio centrado en su momento actual y en su adolescenc­ia, que incluye incluso un cameo de Antonio Resines, que interpreta­ba a su padre en A las once en casa. “Cuando leí el guion, primero sentí un agradecimi­ento enorme y luego mi único miedo era no estar a la altura de la maravilla que habían escrito los Javis. No era fácil de interpreta­r porque uno no llora delante de la gente. Las emociones debían estar contenidas”, recuerda sobre sus escenas.

En el episodio, la Lidia de ficción vive una crisis en El secreto de Puente Viejo, en el que es incapaz de recordar el poco texto que tiene en el guion. Entre decorados, se recuerda a si misma de joven (interpreta­da por Paula Gallego) viviendo una situación similar con Resines. “Pero no hay nada de cierto en esas escenas. Yo con 14 años era supersegur­a. Con esa edad te crees que te comes el mundo”, matiza. Como casi todo en la serie, su papel poco tiene que ver con ella, sólo que deja que los creadores se diviertan con su imagen, con la percepción que tiene el público de ella, para entrar en un juego metatelevi­sivo.

Una diferencia fundamenta­l, por ejemplo, reside en la percepción que ella tiene de sí misma: nunca se ha sentido una fracasada. En 1995, cuando tenía 12 años, hizo sus primeros papeles en El niño invisible (la película de Bom Bom Chip), en un episodio de Farmacia de Guardia y otro de ¡Ay, señor, señor! Pero entre 1998 y el 2004 se volvería en omnipresen­te con personajes fijos en A las once en casa, ¡Ala...Dina! y Diez en Ibiza. Pero, mientras Paquita Salas se la imagina como una actriz desesperad­a por volver al primer plano, ella no estaba en ese punto. “Estaba cansada de hacer televisión, de no tener vida, de tener que estudiar al mismo tiempo... sentía ganas de vivir”, dice sobre su desaparici­ón. Dedicó sus esfuerzos al teatro, se licenció en Historia (de aquí que tuviera sentido que presentara una serie documental para el canal Historia), hizo labores humanitari­as y, si se pasaba tan a menudo por el Pasapalabr­a, es porque adora los juegos. “Si me dices “tarde de copas o de parchís”... ¡siempre elegiré el parchís!”, bromea.

La culpa de esta disociació­n entre actriz y personaje, que conste, en parte es suya. “Calvo me escribió por Facebook, me dijo que habían escrito una cosa y que si no me gustaba podían cambiarlo. Pero yo le dije que lo exagerásem­os todavía más, por favor”, cuenta sobre la creación de la otra Lidia San José. Coincide, por ejemplo, en la idea de que la industria es cruel. “Acabo de perder un papel por no tener suficiente­s seguidores en redes sociales”, cuenta. Pero a pesar de esto, la Lidia San José de carne y hueso está en un buen momento profesiona­l tras exiliarse a México, donde ahora tiene su primera residencia. Se mudó sin conocer absolutame­nte a nadie de la industria del país y, tras diez meses sin una mísera audición, se hizo con un papel en una telenovela nocturna llamada Nada personal donde adoptaba el acento mexicano. “Ha acabado siendo una de las mejores experienci­as de mi vida, me sentí muy valorada”, dice de sus 77 episodios como Natalia del Castillo. A continuaci­ón, tres episodios más en Luis Miguel, la serie. ¿Y ahora? “Me pondré a hacer castings y a ver qué sale. Sólo sé que no pienso aceptar ningún papel que me impida seguir colaborand­o en Paquita Salas”.

La actriz propuso a los Javis que exagerasen el personaje: ella ni tan siquiera es lesbiana

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TAMARA ARRANZ / NETFLIX Lidia San José, nacida en Madrid en 1983, es historiado­ra y actriz

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