La Vanguardia (1ª edición)

Entre la posesión y la influencia demoníaca

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“El maligno no sabe ni de ricos ni de pobres, de cultos o de incultos. Cualquier persona es susceptibl­e de caer en las garras de Satanás”. Lo dice y lo explica el dominico fray Juan José Gallego Salvadores, que hace hasta poco ha sido el exorcista de la archidióce­sis de Barcelona, en el libro Cara a cara con

Satanás, de Teresa Porqueras (Ed. Apostroph) que ya va por la cuarta edición, ahora de nuevo de actualidad por el nombramien­to de dos exorcistas en las diócesis de Vic y Girona.

El primer caso que Gallego relata a la autora tiene como protagonis­ta a una mujer latinoamer­icana. Su marido estaba preocupado porque cada vez que veía un signo religioso se alteraba, se mareaba y se desmayaba. Concertaro­n una cita en su convento de Barcelona y nada más llegar la mujer se desplomó en la calle. Acudió el exorcista y ante la mirada atónita de los transeúnte­s, fray Juan José inició el ritual exorcista. Con la lectura de las primeras frases, el cuerpo de la mujer se agitó violentame­nte. “Se arrastraba por el suelo y se revolcaba como si fuera una culebra”. Trató de dañar al dominico y a su marido, pero “a fuerza de repetir las bendicione­s con un esfuerzo agotador, la posesa iba calmándose”. Al acabar el último rito, los movimiento­s se pararon. Ella volvió en sí y pidió ser confesada.

Gallego reconoce que muchas de las personas que acuden a verlo tienen en realidad un problema psiquiátri­co, pero hay pacientes que no sufren ningún trastorno mental y su mal tiene otro origen. “El exorcismo es un acto religioso, en nombre de la Iglesia”, dice. Por eso tiene sus reglas. Y el exorcista dominico tiene horas de visita fijadas para poder atender las numerosas demandas. “Hay que distinguir entre posesión e influencia demoniaca. En la posesión el demonio está instalado dentro de la persona y, aunque no actúe siempre las 24 horas, sigue estando presente en el interior del individuo, y así lo sienten los poseídos (...) En la llamada influencia demoniaca, los afectados no sienten que tengan nada dentro, es algo más bien exterior. Perciben que el mal les ataca desde fuera con tentacione­s, ideas, obsesiones, malos pensamient­os”.

El exorcismo tiene un ritual muy concreto que pasa por las oraciones, la bendición con sal bendecida y la presencia de la cruz. Gallego explica que las Oraciones de liberación pueden durar hasta una hora y media y al empezar es cuando “se suelen iniciar entre los poseídos los espasmos, los insultos, las amenazas, las blasfemias y mil y una reacciones de lo más variado”.

En uno de los últimos capítulos, la autora entrevista a Anaïs, una joven que lleva siete años luchando contra una posesión demoniaca que no la deja dormir y la atormenta. “En alguna ocasión Satanás ha visitado a Anaïs. Ella lo describe como una masa negruzca con aspecto tridimensi­onal...”.

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