El niño emperador se exhibe durante las vacaciones
Los efectos de una educación permisiva
Nada como el verano en que las familias y amigos conviven más tiempo y con mayor cercanía para conocerse mejor. Y sufrir –o no– de los niños ajenos. Según los expertos, la crianza se está relajando. Aunque todo depende de la interpretación del observador y de la actitud del niño. Hay adultos de piel fina, sin hijos, acostumbrados al silencio de su casa donde los cojines del sofá nunca se mueven de su sitio que no soportan la presencia de individuos de menos de un metro. Y hay también pequeños que saben ganarse a sus padres y salirse con la suya a costa de la buena convivencia de los demás. Y nadie les impide saltar en el sofá del hotel con arena de playa pegada a los pies mientras toman un helado. De hecho, existen hoteles que no permiten la entrada a menores o restaurantes que premian a los padres si sus hijos no importunan al resto de comensales.
En el colegio, en campamentos y colonias los críos suelen comportarse de forma distinta que en su casa. No cuestionan, por ejemplo, al responsable en mando. Susagna Escardibul, del área educativa de Fundesplai, ofrece una explicación. “Hemos pasado de los años sesenta y setenta en que los niños no tenían opinión sobre los planes familiares a un aumento de la participación de los pequeños en las decisiones, incluso de forma excesiva. ¿Es importante que participen? Sí, en los campamentos eso es lo que se fomenta, que no miren sólo su ombligo sino que piensen en los demás y en el bien común”.
La periodista Eva Millet, autora de Hiperniños, reflexiona sobre cómo afecta la falta de autoridad de algunos adultos sobre sus hijos a la convivencia social. Y apunta que del mismo modo que algunos padres no corrigen actitudes de sus hijos ni permiten que otros adultos lo hagan, no es justo que esos mismos padres no se hagan cargo de las consecuencias de las acciones de sus retoños en la convivencia. “En mi opinión, si el niño corta flores, vacía la papelera o ensucia el pavimento que es un bien de todos, hay que dirigirse a él y decírselo aunque sus padres estén presentes. Porque las flores que cortan o las papeleras que vacían sobre el suelo son de todos”.
Como educar no es tan fácil, como saben todos los padres, muchos lectores sonreirán al leer alguna de las anécdotas que verán a continuación, escogidas por su desmesura o humor. Las explican diferentes profesionales que atienden a niños como esta joven profesora de Educación Infantil de Nou Barris. “Yo no tengo hijos –apunta–, y aunque veo extraño que los padres se comporten con tanta permisividad, no me atrevo a juzgarlos”, admite. “Si tantas familias actúan de forma complaciente con sus hijos hasta límites que a mí me parecen sorprendentes, incluso ridículos, algo debe pasar cuando te conviertes en padre...”.
DE VIAJE
·En un vuelo transatlántico, dos parejas con niños de unos 8 y 10 años. Una familia viaja en business y la otra, en turista. Los críos corretean de un lado a otro del avión, pasando la cortina que separa ambas clases y molestando a los pasajeros que ocupan sus asientos y a la tripulación que atiende a los clientes con el carrito de la comida. Tras varias advertencias, la azafata se acerca a los cuidadores para señalarles que las luces están apagadas y que la mayoría de pasajeros se dispone a descansar. Así, ruegan que los niños se queden en sus asientos.
–Yo pago business para que mis hijos puedan ir adonde quieran. ·Un autobús urbano recoge a la madre y a su hijo de unos 6 años de la playa a la hora de comer. Se sientan junto a una mujer que lleva una barra de pan. Ve cómo el niño trata de coger un pellizco, a tiempo para apartar la comida de su mano. El crío llora, patalea, grita. La madre trata de contenerlo hasta que decide bajar del autobús. Antes de abandonarlo, se gira y le dice a la señora. “Es usted una egoísta. ¿No ve que estaba hambriento? ¿Qué le costaba darle un corrusco? ¡Si sólo es pan!”.
EN LAS COLONIAS
El autocar a rebosar de escolares regresa a Barcelona del sur de Francia. A los 50 kilómetros de trayecto el conductor avisa a la maestra encargada de las colonias que ha observado que un automóvil les sigue desde la partida. El automóvil continúa detrás 50 kilómetros después. La maestra, inquieta por esa presencia continua, decide llamar a la policía, pero cuando coge el teléfono una niña de 11 años se levanta. –Es mi papá. –¿Por qué nos seguiría tu papá?, le pregunta la profesora.
–Ya nos siguió a la ida. Sobre todo quiere asegurarse que no me pasa nada porque yo soy la per-
sona más importante de su vida.
· La madre aparece con moretones y mordiscos en los brazos.
–Mire, mire –le dice al monitor de colonias ante la mirada angelical de su retoño de 3 años–. Tiene un carácter... Si no haces lo que quiere, te hinca el diente.
· Los maestros de infantil (de 3 a 6 años) suelen recibir a algunos de sus alumnos todavía en pijama y zapatillas de manos de unos progenitores que han claudicado. Eso sucede también en los campamentos. Un monitor recibió junto al niño en pijama una cajita.
–Por si le puedes cortar las uñas. Como a vosotros os hace caso...
· Se presentan el día de la salida a unas colonias. La niña, de 11 años, con un orinal. Cuando el monitor pide explicaciones la madre se limita a decir:
–Mi hija sólo toca el baño de mi casa.