Línea directa con la CIA
Ellos saben todo sobre nosotros, pero nosotros no sabemos nada sobre ellos. Ahora puede saber quiénes son. ¡Conozca a las personas que lo vigilan y llame a un espía”. El reclamo es tentador y, sin pensármelo mucho, me encuentro en el interior de una cabina telefónica marcando un número que me conecta con un agente de la CIA. Nunca antes he hablado con un espía, así que habría hecho bien en preparar una buena historia. Pero al otro lado del teléfono rojo la voz del agente suena apremiante. La mano me tiembla y tengo miedo de que oiga el latido de mi corazón a través del auricular. ¡Estoy a punto de conversar con una de las personas que guardan los secretos del mundo! Y es humano. Tanto que apenas consigo balbucear un nombre falso y le pido un consejo para entrar en la agencia, cuelga sin contemplaciones.
La experiencia, aunque apenas dura unos minutos, es electrizante y tiene algo como de inocente vendetta después de que Edward Snowden, ex analista de la NASA, destapara el 2013 un gigantesco programa de vigilancia gubernamental por el que todas nuestras conversaciones telefónicas, correos electrónicos y actividades en redes son interceptadas. Por unos instantes he tenido la ilusión de que los papeles se habían intercambiado. ¿Quién es ahora el vigilante y quién el vigilado?
La cabina pública desde el que he realizado la llamada, Call-A-Spy, ha sido ideada por un colectivo de artistas activistas de Berlín, Peng! y se encuentra a la entrada del Palazzo Ajutamicristo de Palermo, una de las sedes de Manifesta, la bienal europea itinerante que este año recala en la capital siciliana. No lejos de allí, en el desconchado Palazzo Forcella De Seta, un vídeo muestra la campaña que este mismo grupo lanzó en el 2015 para ayudar a los refugiados a cruzar las fronteras de la UE, sugiriendo a los ciudadanos alemanes que regresaban de sus vacaciones que los llevaran consigo en sus automóviles, emulando a aquellos fluchthelfer que arriesgaron sus vidas para ayudar a la gente a escapar de la RDA durante la guerra fría. Muchos de ellos fueron criminalizados y cumplieron largas condenas en prisión, para luego ser condecorados como héroes tras la caída del telón de acero. Un ejemplo de personas que hicieron lo correcto cuando los tiempos eran incorrectos.
Admito que tengo dificultades para explicar a mi madre, o a mi pescadera, que acciones como estas, reales y urgentes, forman parte de las prácticas artísticas; se escapan de la idea consensuada que tenemos del arte. Pero no puedo más que admirar a esos artistas valientes y de coraje obstinado que hacen de la expresión artística una forma de acción política real, que involucran a las personas en un espacio de creencias e ideales y revelan la poesía de la transformación comunitaria.
“¡Conozca a las personas que lo vigilan y llame a un espía!” Una cabina permite conversar con un agente de los servicios secretos