La Vanguardia (1ª edición)

“El perrito no nos deja el sofá”

- A. Macpherson

El perro apenas tenía 5 kilos de peso, pero en pocos días se hizo el dueño de la casa: “No nos deja sentarnos en el sofá. Nos gruñe feroz, empezamos a sentir pánico”, dijeron desesperad­os a la adiestrado­ra una pareja con dos hijos que acababa de traer a casa un perrito de la protectora. Y, efectivame­nte, la familia se sentaba en sillas detrás del sofá, porque el perrito lo recorría como un león amenazando a quien osara sentarse. Las anécdotas de perros caprichoso­s y a la vez dominantes con sus amos tienen un notable parecido con el comportami­ento de muchos niños. “Porque se parecen en el origen: falta de límites, poco tiempo para aplicarlos”, resume Maribel Vila, adiestrado­ra y experta en terapias asistidas con animales.

Una mujer madura que educó con esmero a sus tres hijas confiesa que su perro reta cada día su autoridad. “Si no hago el recorrido que a él le gusta, se sienta y no hay quien lo mueva. En varias ocasiones he llegado a llamar a mis hijas para que trajeran una salchicha y así poder volver a casa”. Hay que variar las rutas, advierte la adiestrado­ra. “Pero sobre todo hay que comprender que educar requiere tiempo y que los resultados no son inmediatos, aunque permanecen para bien y para mal en el tiempo”. La falta de constancia y sentido común convierte a los compañeros caninos en un angustioso problema en muchos hogares. “Un hombre recién separado me pidió ayuda para corregir la agresivida­d de su joven jack russell en la calle. En la primera clase participar­on el padre y las dos hijas. En la segunda, las hijas y la asistenta. En la tercera, la hija pequeña y la asistenta que manifestó su pánico a los animales. No fui más”, confiesa Vila.

En casa del perrito dueño del sofá todo ha cambiado cuando el animal ha descubiert­o que tiene un sitio para él, su transportí­n privado con juguetes y huesos. /

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