Querer que nos quieran
Hay que ver los chascos que nos da la vida, sobre todo en las relaciones entre padres e hijos, donde más frustraciones se reciben. Los padres quieren dar a los hijos todo lo que ellos no pudieron tener y en su ignorancia cometen un gravísimo error, cual es dar demasiado, aunque les sobre, o ser demasiado buenos, pues eso es tan malo como todo lo contrario, además de no exigirles que valoren lo que reciben. Uno de los errores principales es el de no tratar a los hijos a todos por igual, sin distinción, exigiéndoles, dentro de la capacidad de cada uno, las mismas obligaciones. Querer a un hijo más que a otro, porque ha nacido tras el fallecimiento de otro hijo, o se nos parece más, o porque tiene cualidades que los otros no tienen, etcétera, cuesta muy caro, la mayoría de las veces la desintegración de la familia, y el abandono de los padres en la ancianidad, aparte de la enemistad de por vida entre hermanos; y no digamos a la hora de repartir la herencia, donde todo es avaricia, egoísmo e interés por encima de los principios y la decencia. Paradójicamente si queremos que nuestros hijos vivan felices y tranquilos deberíamos educarles con un poco de hambre y un poco de frio. Si a pesar de ser unos padres responsables , los hijos no responden a nuestras necesidades afectivas hay una cita con la que podremos consolarnos. Dice así: “No es una desgracia que no nos quieran los hijos; la desgracia es querer que nos quieran los que no nos quieren querer”. Y hay que obrar en consecuencia. No hay que ir nunca detrás de los hijos por muy desesperados que estemos.
ROSA MACHÍ PRAT
Benifaió