Las apps y el audioguía no suplen a la persona
Se han convertido en complemento a la información en directo
Las guías de viaje de papel, con mapas, itinerarios bien indicados y una selección de los puntos de interés, son historia. Ese compañero de viaje en forma de libro ha dado paso a una extensa y variada oferta de aplicaciones pensadas para teléfonos móviles o tabletas. Hoy se viaja mirando una pantalla. Y eso queda más que evidente “cuando ves a gente que camina por la montaña con la vista puesta en su teléfono móvil para confirmar que no se han salido de la senda que marca ese aparato”, afirma Chemari Carrera, un experimentado guía de montaña aragonés, con residencia en Benasque.
Muchos guías profesionales temieron, cuando empezaron a salir las aplicaciones para teléfonos móviles de viajes, que esa nueva herramienta podría robarles parte de su trabajo. El paso del tiempo ha demostrado, coinciden en afirmar tanto Chemari como Almudena Cencerrado y Paquita Vázquez (también guías turísticas), “que ese augurio no se ha cumplido”. “El turista que está acostumbrado a visitar lugares con guía sigue contratando ese servicio a pesar de tener descargado también en su móvil una aplicación con información sobre ese destino”, afirma Almudena Cencerrado. “Ninguna tecnología podrá sustituir lo que se consigue al interactuar con un profesional, nosotros tenemos la capacidad y el conocimiento para ayudar a ese turista a interpretar lo que ve”, afirma, por su parte, Paquita Vázquez.
Un ejemplo, anterior a las aplicaciones, que acabó con el mismo resultado, es el de las denominadas “audioguías”. Esos auriculares que el visitante se pone al entrar en un monumento o contemplar una plaza con una voz que le va guiando “son una herramienta más, pero tampoco sustituyeron ni restaron trabajo en su día a los guías”, añade Almudena Cencerrado.
Con los denominados tracks de senderismo ha pasado lo mismo. “Es una buena herramienta, sin duda, pero siempre se corre el riesgo de perderse si esa ruta ha sido mal introducida”, alerta Chemari Carrera. E insiste en que el trabajo del guía de montaña “va mucho más allá del simple marcado de un sendero”.
La montaña, revela este experto alpinista, también esconde guías intrusos. “Cada vez son menos, pero te los puedes encontrar en un ascenso al Aneto o al Monte Perdido”, añade. El problema en este caso es que, si algo va mal y hay un accidente, “ese intruso es descubierto de inmediato”. Ese intrusismo en la montaña abarca desde el que se atreve a organizar un grupo entre amigos o compañeros de trabajo al creer que tiene experiencia en el tema hasta el que se aventura a ofrecer ese servicio a cambió de dinero.
En la montaña el intruso corre más riesgos, ya que basta el mínimo accidente para ser descubierto