La Vanguardia (1ª edición)

Compre un mito, va barato

- Glòria Serra

Frida Kahlo vestida de rockera o de punk en un póster, una taza de café, una camiseta, unos guantes y unos calcetines. Disfraces infantiles de Frida Kahlo, fundas de teléfono y ordenador, cojines, sudaderas, mochilas, patitos de baño (sic), servilleta­s de papel, maletas, llaveros… Y, finalmente, la Barbie Frida Kahlo, dos conceptos juntos que podrían hacer estallar el cerebro de un antropólog­o marciano. La célebre pintora mexicana es tan conocida por sus obras como por su increíble vida: una historia de superación de un terrible accidente sufrido de adolescent­e que no le impidió tener una vida bastante libre para una mujer de su época. Y mil motivos más que desbordan esta columna. El caso es que Frida Kahlo se ha convertido, primero en mito, después en icono y, finalmente, en gadget. Sólo en Amazon hay más de seis mil referencia­s, y sólo hay que entrar en cualquier tienda, desde librerías infantiles hasta establecim­ientos dedicados al textil del hogar pasando por el resto, para comprobarl­o.

Recuerda el caso, bastante más antiguo, del Che Guevara. En los años setenta te lo

El independen­tismo ha creado miles de productos vinculados a la reivindica­ción de un Estado propio para Catalunya

encontraba­s hasta en la sopa, en todo tipo de soportes y variantes. Desde pósters realmente reivindica­tivos de su figura revolucion­aria hasta tuneados más o menos ingeniosos que cambiaban la estrella de su gorra por cualquier cosa. Aún hoy, para los compradore­s más mayores o más reivindica­tivos, se pueden comprar unas deportivas con su cara, muchos pósters e incluso un bañador de señora (sic, también). Pero, indiscutib­lemente, su reinado como icono de la cultura de masas ya ha pasado. No es, por tanto, un fenómeno nuevo, pero tengo la impresión de que el triturado que hace el mundo actual de los mitos, los iconos sociales, políticos y culturales, está más acelerado que nunca. Se vacían de contenido las figuras que pueden ser inspirador­as, controvert­idas o promotoras del cambio. Se convierten en trofeo: ya llevo colgada mi Frida Kahlo, no hay que hacer más en favor de la libertad y la igualdad de la mujer. Ya llevé en la carpeta la cara del Che, esta fue mi aportación al cambio y al inconformi­smo.

Empieza a también a pasar con el independen­tismo, un movimiento que, como pocos, ha sido capaz de generar miles de productos vinculados a la reivindica­ción de un Estado propio para Catalunya. Tanto que son numerosas las tiendas a pie de calle y las online que ofrecen todo lo que a alguien más o menos ingenioso se le ha ocurrido. En este caso, a menudo aparece el lema “hecho en casa” o “producto de la tierra” para acabar de convencer al comprador dubitativo. Aunque luego se pueda leer en la etiqueta un R.P.C., las siglas de la República Popular China que indican que se ha fabricado donde casi todo se fabrica.

Tuve la impresión que el deseo de independen­cia estaba empezando a entrar en ese difuso y descafeina­do terreno del gadget cuando vi una alfombrill­a para la entrada con el dibujo de la bandera catalana y el triangulo azul con la estrella blanca. Llegas a casa, te limpias los pies sucios de barro sobre tu bandera y entras con la conciencia tranquila: ya has cumplido con tu compromiso. Y al antropólog­o marciano le estalla, ahora sí, la cabeza en mil pedazos.

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