“Humanizar, no convertir”
El obispo auxiliar de Osaka, el claretiano Josep M. Abella de paso por Barcelona
En Japón, un país de 127 millones de habitantes, sólo hay unos 400.000 católicos, un 0,3%. Aunque el cristianismo llega a través de San Francisco de Asís hace cerca de 500 años, las religiones dominantes son por tradición el sintoísmo y el budismo. “Siempre seremos pocos”, dice con humildad el religioso claretiano, nacido en Lleida, el padre Josep M. Abella que el pasado mes de junio fue nombrado por el papa Francisco obispo auxiliar de Osaka.
Abella, que pasa unos días en Catalunya, dio el viernes una charla a la facultad de Comunicación de Blanquerna, organizada por los Claretianos de Catalunya, el Observatori Blanquerna de Comunicació, Religió i Cultura y Animaset, sobre Espiritualitat al Japó. Abella dijo que Japón es una sociedad acomodada pero con fenómenos como una competitividad estresante, una tendencia al envejecimiento por la baja natalidad y con un proceso de secularización a pesar de ser muy respetuosos con el hecho religioso (“en Japón no se ríen de la religión, Dios no les estorba, aunque quizás tampoco lo cuestionan”). Y ahora el país se halla inmerso en un debate para modificar la Constitución. El Gobierno quiere acabar con la renuncia al ejército propio y a las guerras de agresión para reivindicarse como una potencia mundial, también militar (“los budistas y los católicos nos oponemos”).
“A menudo me preguntan –explicó Abella– qué hacemos a un país donde los católicos somos tan minoritarios, y yo les respondo: vamos a evangelizar, que no quiere decir ir a convertir, aunque si alguien se pone en contacto con nosotros será bien venido, sino que vamos a humanizar. Y eso quiere decir acompañar a las personas, compartir experiencias que pueden abrir nuevos horizontes, comunicar el evangelio no como doctrina sino como camino. Tenemos que recuperar las preguntas fundamentales sobre la vida”. Y recordó las palabras de un superior jesuita: “Me preocupa la globalización de la superficialidad”.
Abella estuvo en Japón como misionero entre 1973 y 1991. Después, de 1991 al 2015, en Roma como coordinador general de los claretianos y hace tres años volvió a Japón. Ahora como obispo auxiliar es también responsable de la pastoral social en la archidiócesis. Y su foco está puesto en la atención a los marginados (“son pocos pero están cada vez más marginados”), los inmigrantes y los refugiados (en el 2017, de 13.000 peticiones de asilo sólo concedieron 23) y a la paz. Cada año, entre el 6 de agosto (día de la bomba de Hiroshima) y el 15 (fecha de la rendición) se celebra una semana de la Paz, muy arraigada en el país, con actividades de reflexión. Y también recuerda la creciente preocupación de los obispos por el medio ambiente, por la dependencia de la energía nuclear y por los peligros derivados del cambio climático.
Una visión desde el Oriente con muchas lecciones para Occidente.
Abella: “En Japón hay un gran respeto por la religión, no se ríen, Dios no les estorba”