Una invitación de Francisco
Como si fuera un juego, propongo esta pregunta: ¿qué tenían en común un sacerdote irlandés, un periodista norteamericano y un gitano de Barbastro? Lo que compartían era un objeto manual sencillo por el que sentían un aprecio muy especial: un rosario.
El sacerdote irlandés era el Padre Peyton (1909-1992), que difundió esta devoción mariana por el mundo. A mitad del siglo pasado su predicación alcanzaba a multitudes en todas partes. En la Diagonal de Barcelona reunió a cientos de miles de personas. Su lema más recordado fue: “La familia que reza unida, permanece unida”.
James Foley (1973-2012) era un corresponsal americano en la guerra de Siria cuando fue capturado por Estado Islámico, que difundió un video con su decapitación. Anteriormente estuvo prisionero en Libia durante 45 días. Durante estos periodos de angustia el rezo del rosario, como había visto hacer a su abuela y a su madre, era “consuelo en mi debilidad”. Murió serenamente.
El gitano de Barbastro, Ceferino Giménez Malla, alias Pelé, tenía 74 años y estaba casado con una leridana cuando en 1936 fue detenido en la capital del Somontano por defender a un sacerdote que era vejado. Los milicianos le hallaron un rosario en el bolsillo y le condenaron a muerte. Le dieron la oportunidad de salvarse si renunciaba a su fe y rechazaba el rosario. Murió con él en la mano.
De los incontables testimonios de aprecio a esta devoción, he seleccionado estos tres, como podría haber citado a tantos papas, o a las videntes de Lourdes y Fátima o a las sencillas familias nuestras, que después de cenar pasaban las cuentas entre sus manos cansadas de trabajar durante todo el día. Este mes de octubre nos ha llegado una invitación del papa Francisco a todos los fieles del mundo. Se expresa de este modo, en el comunicado de la oficina de prensa de la Santa Sede: “Rezar cada día el santo rosario durante todo el mes, unidos así en comunión y penitencia, como pueblo de Dios, para pedir a Santa Madre de Dios y a San Miguel Arcángel que protejan a la Iglesia del diablo que siempre pretende separarnos de Dios y entre nosotros”.
Antes de partir de viaje a los países bálticos, Francisco hizo esta petición concreta, invitando a todos a este rezo del rosario y terminándolo con la antigua invocación Sub tuum presídiu” (bajo tu amparo nos acogemos) dirigida a la Virgen y la oración que compuso León XIII a San Miguel para que nos ayude en la lucha contra el mal.
Quien haya seguido los cinco años de pontificado de Francisco, especialmente los últimos meses, puede intuir la preocupación que el Papa quiere compartir con nosotros sobre la preservación de la unidad en la Iglesia. En una reciente homilía en Santa Marta, citando el primer capítulo del Libro de Job, se refirió “al gran acusador”, que “vaga por el mundo en busca de acusaciones” y dijo que la oración es el arma para vencerlo.
Volvamos pues al rosario. Desde el siglo XII cuando lo propuso Santo Domingo de Guzmán, han pasado más de ocho siglos, pero es una devoción plenamente vigente porque es una oración cristocéntrica y mariana a la vez.
Antes de partir de viaje a los Países Bálticos, Francisco nos invitó a todos al rezo del rosario