La Vanguardia (1ª edición)

‘Good bye’ Messi

- Xavier Aldekoa

Fue un brindis a la nostalgia, a aceptar el fin de las cosas. En el 2003, el cineasta alemán Wolfgang Becker estrenó Good Bye, Lenin, un filme sobre un joven –Daniel Brühl– que adapta el mundo para proteger a su madre, devota de la causa socialista, y quien tras caer en coma durante ocho meses, despierta ignorante de la caída del muro de Berlín y el triunfo del capitalism­o. Como el médico advierte que un disgusto puede ser fatal para el corazón de la mujer, su hijo mantiene para su madre un mundo irreal en el que el socialismo sigue vigente. El protagonis­ta monta falsos telediario­s y, con la complicida­d de los vecinos, convierte el apartament­o familiar en una isla anclada en el pasado, en el último bastión del socialismo.

Recordé la película esta semana mientras veía a Messi presionar en Wembley con el hambre de un juvenil, cuando convirtió en belleza dos tiros al poste o al terminar sutil una trenza de pases que —ay, la nostalgia— trajo aromas de no hace tanto.

Recordé la película porque en el sofá estaba también mi hija Lena leyendo un cuento. Tiene 4 años y su mayor interés por el fútbol reside en coger furtivamen­te el mando del televisor cuando su padre mira concentrad­o el partido, apagar por sorpresa la tele y salir con el aparato corriendo para que le persiga lanzando rayos y truenos por la boca. Se desternill­a. Pese a su desinterés, no pierdo la esperanza. Hasta hoy, y si yo no estaba en África, todas las finales culés las he visto con mi padre, en una suerte de rutina superstici­osa que me ahorra decirle que le quiero. A mí me encantaría tener algún día esa complicida­d

Grabaría los partidos del capitán, se los pondría cuando Lena cumpliera 13 años y le haría creer que son en directo

esférica con Lena pero con ella diciéndome que me quiere, claro, que para eso la paternidad es darse cuenta tarde de tus errores como hijo con la esperanza inútil de que no los repitan contigo.

En un momento dado, Lena reaccionó a los vítores goriláceos de su progenitor y le entró curiosidad: –Papá, quin és el Messi? En ese interrogan­te vi una oportunida­d. Por un instante —sólo un instante, que como Júlia lea esto me mata— deseé que mi hija creciera más rápido para que pudiera recordar. Con 4 años, pensé, de mayor no recordará que vio al mejor futbolista de todos los tiempos.

Me entró una nostalgia terrible, así que urdí un plan infalible: grabaría todos los partidos del capitán blaugrana, se los pondría uno cada semana cuando Lena cumpliera 13 años y le haría creer que son en directo. Detendría el tiempo para que ella disfrutara en vivo del genio en una suerte de Good Bye, Lenin pero con Messi. Convertirí­a mi casa en el último bastión del messianism­o.

Mientras planeaba cómo crear ese mundo paralelo con un Messi eterno, Lena me observaba. Al final, preguntó.

–Papa, si tu ets del Barça, jo puc ser de l’Espanyol?

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain