Tarde de revancha
Un Barça creciente se desquita de la eliminación ante el campeón con un recital
Aquella tarde del 1 de abril del 2018 se quedó clavada en el alma. Por primera vez en nueve años, el Barça se quedaba apeado de la Champions en octavos de final, en casa, sin milagro del Palau, después de ir ganando de 6 (26-20) a falta de 12 minutos. Como consuelo escaso, el rival, el Montpellier, a la postre fue el campeón. Ayer, seis meses después, tocaba arrancarse la espina, por mucho que las circunstancias fuesen diferentes. Un Barça en fase creciente, cada vez más ajustado, pasó el rodillo sobre un campeón en horas bajas.
Advertía Ludovic Fàbregas en estas páginas que un Montpellier en crisis (llegaba con 0-3) era “todavía más peligroso”. Aunque en las filas francesas faltasen tres piezas tan sensibles como Simonet, Guigou y Truchanovicius, el Barça salió con una velocidad más, dispuesto a marcar territorio. Su salida con un 4-1 en 4 minutos fue disuasoria. Y más el siguiente parcial de 4-1 que llevaba al 10-4 gracias a un letal Mortensen, que acabaría siendo el máximo goleador. La fórmula fue la habitual: solidez defensiva, apuntalada por un pletórico Pérez de Vargas (16 paradas) que propiciaba el contragolpe, y un ataque fluido, rápido y variado, con dos puntas de lanza como el extremo danés y Ludo Fàbregas.
Tras el 18-13 del descanso, el Barça sentenció el choque gracias a su fondo de armario, “con un potencial enorme, que permite jugar muy rápido e intenso y mantener el ritmo todo el partido”, explicaba Gonzalo. De modo que a los 10 minutos de la reanudación, el Barça ya se había ido de 8 (25-17), marcaba el tempo y mantenía las distancias sin riesgos, sin notar el movimiento del banquillo. En el último cuarto, el partido se rompió y el Barça alcanzó la máxima renta de +9 (34-25). “Hemos hecho un partido extraordinario. El equipo ha entendido claramente el cambio de filosofía, estoy contento de lo que veo y los jugadores están disfrutando”, comentaba Pascual, que empieza a temer el desgaste del calendario: el miércoles, visita a Benidorm, el sábado, viaje a Bielorrusia, para seguir el lunes hacia Qatar para jugar el Mundial de clubs. Discreta entrada en el Palau La nota discordante fue la pobre entrada del Palau: 2.642 espectadores, de los que unos 300 procedían de Montpellier. Un registro menor que el día del Veszprém (2.828), y que denota la débil afluencia en el balonmano. Con un Palau aletargado y con pocas peñas de animación, las gradas no se hicieron oír hasta los 20 minutos, cuando el Montpellier ajustó el marcador al 13-10. “Estoy orgullosísimo de estos que han venido, y de los 400 del otro día a las 4 de la tarde; si la afición no viene es que tendrá otras cosas que hacer. La gente que viene vibra con el equipo”, se limitaba a decir Pascual.
Barça Lassa: Pérez de Vargas (1), Aleix Gómez (3), Mem (3), Pálmarsson (2), Fàbregas (6), N’Guessan (4), Mortensen (7, 5p); Petrus, Syprzak (2), Sorhaindo (3), Duarte, Ariño (1), Entrerríos (1), Andersson (1) y Dolenec (1).
Las paradas de Pérez de Vargas (16) y los goles de Mortensen (7) y Fàbregas (6) fueron clave