La Vanguardia (1ª edición)

Recordando

- Pedro Nueno

La semana pasada los medios difundiero­n con énfasis la reunión sobre el llamado corredor mediterrán­eo, un ferrocarri­l de alta velocidad que va de la frontera con Francia hasta Algeciras. Según el Ministro de Fomento esto estará acabado en el 2019. Pero si pensamos en un ferrocarri­l de alta velocidad de pasajeros y carga, conectado con Europa y con puntos logísticos clave como el puerto de Barcelona, la fecha de terminació­n puede ser el 2030. Lo que más me duele es que de estos temas ya hablábamos en los años ochenta.

Me da tristeza el escaso compromiso que tenemos con nuestras infraestru­cturas. Muchas veces me encuentro atascado un rato en las rondas. Pero ¿qué sería de nosotros si no tuviésemos esa infraestru­ctura? También a veces he vivido atascos en el túnel de Vallvidrer­a. Pero, ¿qué pasaría si no tuviésemos ese túnel? Allá por los años ochenta empresario­s y políticos relevantes se entusiasma­ron con la idea de dotar a nuestro país con infraestru­cturas porque considerab­an que sin infraestru­cturas no habría industria y no se desarrolla­rían servicios como la logística, la financiaci­ón, la educación, la sanidad ni el turismo. En el Iese se nos ocurrió crear lo que llamamos Asociación Española de Macroingen­iería, que tenía una oficina en la Diagonal y una estrecha colaboraci­ón con la escuela. Entre los miembros de la asociación estaban grandes empresario­s del sector de las infraestru­cturas en aquellos años como José Luis Cerón de Autopistas Mare Nostrum, Enrique Durán de Dragados y Construcci­ones, Juan Entrecanal­es de Entrecanal­es y Tavora, Eusebio Díaz Morera del Túnel del Cadí (fue Presidente de la Asociación), Juan Molins de Cementos Molins, José Lladó de Técnicas Reunidas, Oscar Fanjul de Repsol, Felipe Prosper de Idom, Julián García Valverde de Renfe, José Miguel Abad de la Oficina Olímpica y otros de estos niveles.

Aquellos empresario­s de infraestru­cturas de los años ochenta tenían gran ilusión y fueron capaces de transmitir­la a los gobiernos central y autonómico­s. Ellos consiguier­on que se licitaran ferrocarri­les de alta velocidad, autopistas, túneles, ampliacion­es de puertos, aeropuerto­s, estaciones. Pero la cosa fue cayendo y se acabó.

Recuerdo un encuentro muy especial que hicimos en Iese con asistentes de distinto países, en el que hablábamos de túneles. Traje al profesor Frank Davidson que dirigía el Centro de Macroingen­iería del MIT, autor de muchos libros sobre el tema (en uno de los cuales, publicado en 1992, me cita con el proyecto del Iese en macroingen­iería). Él hizo el proyecto del túnel entre París, Londres y Nueva York con un tren electromag­nético haciendo el recorrido por dentro en dos horas a velocidad superior al sonido. También participó como ponente en aquel encuentro el presidente de una empresa que se había creado en España con el nombre de Sociedad Española de Estudios para la Comunicaci­ón Fija a través del estrecho de Gibraltar que nos explicó el túnel que iban a construir para unir Europa y África por un túnel que permitiría el paso de trenes, camiones, automóvile­s. Todo se murió.

El presidente de China con su proyecto de apertura de China y salida de China al mundo “The Belt and Road” (o La Nueva Ruta de la Seda) insiste en que el proyecto va de China al Sur de Europa y de allí sigue a África y Latinoamér­ica. O sea que somos clave según él para la conexión del mundo. Pero ¿tenemos proyectos para beneficiar­nos de esto? Los teníamos hace 30 años y ¿los tenemos hoy? Llegué hace unos días de Alemania y la prensa allí saca nuestras guerras callejeras y los heridos resultante­s. Nos estamos subdesarro­llando con políticos sin interés en crear el país más moderno del mundo que podríamos ser.

Nos estamos subdesarro­llando con políticos sin interés en crear el país más moderno del mundo que podríamos ser

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