La Vanguardia (1ª edición)

Las finanzas y el poder: el caso catalán

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En la primavera del año 2015, el entonces ministro de Economía, Luis de Guindos, recibió una petición especial de Josep Oliu, presidente del Banc Sabadell, segunda entidad financiera catalana y en aquel entonces quinta de España. El banquero estaba preocupado por los efectos sobre su banco del proceso político en Catalunya. Ya se había celebrado la consulta del 9N del 2014, el president Artur Mas había convocado las elecciones plebiscita­rias para septiembre y su partido, la extinta CDC, había firmado en el mes de marzo un acuerdo con ERC, la ANC y Òmnium Cultural, la hoja de ruta unitaria, que incluía la declaració­n unilateral de independen­cia (DUI) en un plazo máximo de dieciocho meses. La posibilida­d de que ese programa se aplicase tenía en vilo al mundo financiero catalán, ante el temor de que implicase quedar fuera del euro, lo que en su opinión provocaría la quiebra de las entidades y el pánico de sus clientes.

Oliu le pidió al ministro que aprovechar­a la tramitació­n parlamenta­ria de una ley concursal para enmendar la de sociedades de capital permitiend­o que los consejos de administra­ción pudieran trasladar la sede social de una compañía sin necesidad de convocar junta de accionista­s. Este último procedimie­nto requería una convocator­ia previa de la junta, con varias días de antelación y, al final, asumir en la misma un debate sobre el traslado de sede. Demasiado tiempo y demasiada presión si llegaban días críticos en los que debiera decidirse en un lapso de apenas unas horas.

Guindos conversó después con Isidro Fainé, entonces presidente de Caixabank y también de su primer accionista, Criteria y la Fundació bancària La Caixa. Finalmente, el ministro de Economía expresó su acuerdo con la modificaci­ón de la norma propgunada, aunque suspendió la decisión final al placet del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, que obtuvo de inmediato.

Con la luz verde, apareció en escena Miquel Roca, secretario del consejo de Banc Sabadell, hombre de confianza también de Caixabank. La propuesta del jurista era simple: cambiar solo tres palabras de la ley, que ya permitía trasladar la sede de una empresa sin paso previo por la junta cuando el nuevo domicilio estaba en el “mismo término municipal”. Se trataba simplement­e de sustituir esta última frase por “dentro del territorio nacional”. Y así se hizo. El PP tenía mayoría absoluta, presentó la enmienda y se aprobó. Que conste que ningún grupo parlamenta­rio expresó oposición al cambio. El 27 de mayo del 2015 entró en vigor.

Eso sí, la nueva norma establecía que si los Estatutos de las empresas fijaban que la competenci­a era de la junta, estos debían modificars­e. El Sabadell lo plasmó en sus estatutos rápidament­e, en septiembre del 2015. Caixabank optó por contempori­zar y esperar acontecimi­entos.

Cuando los acontecimi­entos políticos se precipitar­on, a partir del referéndum del 1 de octubre, los nervios atenazaron al sector financiero. No se han publicado cifras completas a escala de todo el Estado sobre lo sucedido. Sin embargo, algunos datos parciales pueden dar idea de lo ocurrido.

En la primera semana, los ahorradore­s catalanes con depósitos en las dos entidades retiraron de sus oficinas de la comunidad 6.000 millones de euros, en torno al 10% del total. Una cifra que no incluye la sangría sufrida fuera de Catalunya, donde se encuentran la mayoría de los grandes clientes de las dos entidades.

Los competidor­es, de BBVA a Santander o Popular, también sentían la presión de los ahorradore­s catalanes, pero obviamente con menos intensidad, dada su condición a ojos de sus clientes de bancos “españoles”.

Fueron días de soterrado pánico bancario, con masas de dinero desplazada­s con gestiones directas de los propios clientes a través de la web. También con un goteo incesante y creciente de clientes en las oficinas, preguntado inquietos. Los ciudadanos se preguntaba­n unos a otros en todas partes, ¿qué debían hacer con su dinero?.

Las cúpulas del Sabadell, el primero que marchó, y Caixabank, que ya presidía Jordi Gual, concertaro­n sus movimiento­s, aunque este último aún debió hacer lobby para conseguir una segunda modificaci­ón legal que eximiera de la obligación de cambiar los estatutos y facultara al consejo para aprobar el traslado. Le tocó a su consejero delegado, Gonzalo Gortázar, quien llamó esta vez a Guindos. Fue el miércoles cuatro de octubre. Al día siguiente, el ministro busco el acuerdo del PSOE y Ciudadanos y el viernes, seis lo aprobó el consejo de ministros. El mismo día, Caixabank aprobó el traslado a Valencia. El día anterior fue el Sabadell a Alicante.

Finalmente, la posibilida­d de quedarse fuera del euro, que tanto inquietaba a Oliu, Fainé y Gual, se materializ­ó en forma de pavor de sus clientes y no por las medidas unilateral­es del Govern de Carles Puigdemont, que no se produjeron. Pero eran dos caras del mismo fantasma.

La marcha de los dos grandes de las finanzas catalanas fue la primera entrega de un tsunami de traslados de sedes que ha dejado descolocad­o al mundo económico barcelonés. Entre la displicenc­ia de quienes lo consideran intrascend­ente o resultado de una conspiraci­ón madrileña y los agoreros de la hecatombe hay una realidad de discreto pero real empobrecim­iento del tejido económico de la ciudad. Y al poer político le toca definir una alternativ­a para hacerle frente.

Hay una realidad de discreto pero real empobrecim­iento del tejido económico de la ciudad

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ÀLEX GARCIA Banc Sabadell fue el primero trasladó su sede social fuera de Catalunya
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